Venta ambulante

Falsificaciones, trenzas, masajes... la venta ambulante crece en las playas de Canarias

"Se suelen agachar a la altura de las hamacas o inclusive a veces debajo de las hamacas para que no los veamos y pasar desapercibidos. Ellos desde diferentes puntos de vista nos controlan", dice el agente Ramón Herrera.

Falsificaciones, trenzas, masajes... la venta ambulante crece en las playas de Canarias

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La proliferación de vendedores ambulantes en las playas españolas es algo que va en aumento verano tras verano. En Gran Canaria, en los últimos seis años han detectado un aumento en cantidad y en tiempo, ya que antes solo se veía a estos vendedores ilegales en invierno, en la temporada alta del archipiélago, y ahora durante todo el año.

Los dos puntos concurridos son la Playa de Maspalomas y el Anexo de Playa del Inglés, ambas zonas al sur de la isla, en el municipio de San Bartolomé de Tirajana.

En la plazoleta que hay junto a la entrada principal de Playa del Inglés, observamos al menos diez vendedores ambulantes: gafas de sol, relojes, cinturones, pareos... Y varias mujeres africanas haciendo trenzas a los turistas. La mayoría de ellos huye cuando nos ve con la cámara, pero una de las mujeres accede a hablar con nosotros mientras le hace unas trencitas con extensiones a una joven: "¿Cuánto cobras por las trenzas? Depende... 30 euros con extensiones", nos dice. Le preguntamos que cuánto dinero puede sacar al día, y nos dice que trabaja unas doce horas y que depende del día porque "puedes estar todo el día y no ganar ningún cliente".

El riesgo de los masajes

Nos acercamos a un joven africano que lleva una caja con decenas de gafas de sol: "5 euros, 10 euros", dice. Le preguntamos que si son de imitación y dice que son "normales, de China", y que gana "depende, 20, 30, 25...". Nos cuenta que la policía suele venir a menudo y los multa con 300 euros y les quita la mercancía.

Bajamos a la playa y en pocos minutos aparecen hasta tres masajistas asiáticas; una de ellas está dando un masaje en la espalda a una mujer. Cuando nos acercamos, rehúye de la cámara, pero nos dice que cobra 20 euros por 20 minutos de masaje, y que hace "poquitos" al día. También nos cuenta que usa aceite para dar el masaje, pero cuando le preguntamos que si no cree que es peligroso el aceite en la playa, y que si ella es masajista, nos dice que no sabe español y se va.

Llega una patrulla de la Policía Local de San Bartolomé de Tirajana y los acompañamos a hacer una ronda por la playa y el paseo, pero ya no hay ni un solo vendedor ambulante. Muchos de estos vendedores son reincidentes, y la Policía los tiene controlados, aunque son muy escurridizos. "Sí, y tienen una inmensa variedad de denuncias por venta ambulante y, al no tener propiedad, al no tener nómina, al no tener nada, son insolventes. Lo único que realmente les hacemos daño es quitándoles la mercancía", explica el agente.

Cuidadosos operativos policiales

José Carlos Álamo es el concejal de Seguridad de San Bartolomé de Tirajana y nos explica que los más repetidos son principalmente "productos falsificados, venta de servicios relacionados con peluquería y el problema que hemos tenido históricamente con las masajistas de origen asiático, no solo por la no preparación de aquellos que la realizan, sino el tipo de productos que utilizan".

Nos acercamos a una de las clientas de la masajista asiática para saber si se ha quedado contenta con el masaje y si se fía de la calidad del aceite. "Yo he visto que lo llevaba en un botecito pequeño... A ver, yo mientras me haya quitado el problema que tenía...", dice la mujer.

Según el concejal, "son mafias", y explica que los operativos policiales tienen que ser bien estructurados para no generar una alarma corriendo detrás de ellos. En ocasiones han detectado que algunos de estos vendedores también trafican con drogas, e incluso han incautado un datáfono manipulado.

"El procedimiento es multarlos por practicar una actividad sin autorización y por la venta de productos falsificados", explica Álamo, y añade que "las multas van fluctuando dependiendo de la reincidencia, pueden ir de los 300 hasta los 3.000 euros".

En cuanto se van los agentes de la zona, comienzan a salir vendedores ambulantes de todas las esquinas para montar sus puestos. Los grabamos con el móvil: bolsos de imitación, equipaciones de fútbol, gorras... Pero sacamos la cámara y todos salen corriendo y desmontan los puestos en cuestión de segundos.

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