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DOMINGO DE PENTECOSTÉS

El Papa asegura que para tener paz interior se necesita al Espíritu Santo, en lugar de pastillas o soluciones rápidas

El Papa Francisco ha criticado la actual forma de vida, que consiste en "una pastilla detrás de otra para seguir adelante" y en "una emoción detrás de otra para sentirse vivos".

El Papa Francisco ha afirmado en la homilía de la Misa de Pentecostés, celebrada en la Plaza de San Pedro, que para alcanzar la paz interior y "poner orden en el frenesí" se necesita al Espíritu Santo y no pastillas o soluciones rápidas.

En este sentido ha criticado la actual forma de vida, que consiste en "una pastilla detrás de otra para seguir adelante" y en "una emoción detrás de otra para sentirse vivos". En este sentido, ha subrayado que las personas necesitan al Espíritu por que "Él es quien pone orden en el frenesí".

Francisco ha indicado que la historia de los discípulos, que parecía haber llegado a su final tras la muerte de Jesús, es renovada por el Espíritu Santo. Según ha explicado, "aquellos jóvenes que poseídos por la incertidumbre pensaban que habían llegado al final, fueron transformados por una alegría que los hizo renacer".

Para el Papa el Espíritu no es "algo abstracto", sino "la persona más concreta y más cercana que cambia la vida". En este sentido ha pedido a los files congregados en la Plaza de san pedro a fijarse en los apóstoles, a quienes el Espíritu, según ha explicado, no les facilitó la vida ni les realizó milagros espectaculares pero les trajo la armonía que les faltaba, "porque Él es armonía".

"No sirve de nada saber que el Resucitado está vivo si no vivimos como resucitados", ha dicho el Papa, que también ha explicado que es el Espíritu es el que hace que Jesús "viva y renazca" en los creyentes y el que les "resucita por dentro".

En esta Misa de Pentecostés, Francisco ha hablado de las "desarmonías" actuales, que se han convertido en divisiones: "están los que tienen demasiado y los que no tienen nada, los que buscan vivir cien años y los que no pueden nacer". Frente a esto, ha insistido en que el Espíritu Santo "reúne a los distantes, une a los alejados y trae de vuelta a los dispersos".

Al final de su homilía, el Santo Padre denuncia la "actual moda de adjetivar e insultar" y ha advertido de que devolviendo mal por mal, pasando de víctimas a verdugos, "no se vive bien". Por ello, ha exhortado a los fieles a ser "espirituales", a devolver bien por mal y responder a la arrogancia con mansedumbre, a la malicia con bondad, al ruido con el silencio, a las murmuraciones con la oración y al derrotismo con la sonrisa.

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