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En el auditorio Miguel Ríos de Rivas-Vaciamadrid,

Manuel Carrasco hace enloquecer a más de 15.000 fans en su concierto de anoche: "Madrid ¿me concedes este último baile?"

Una pareja de expertos en danza aérea pusieron el alma de los asistentes levemente en vilo como previo a 'Tambores de guerra', que han levantado del todo a un público exultante. "¡Buenas noches, Madrid! ¡Muchas gracias, muchas gracias, muchas gracias!", decía Carrasco al salir al escenario.

No podía acabar así, la gira y el disco de mayor éxito de 2016 en España no podían quedar compuestos y sin novia, sin su "último baile", como dieron en llamar a esta velada final: si no había de ser Las Ventas, tendría que ser otro el que aferrase la cintura a Manuel Carrasco. Fue el pasado martes cuando la Comunidad de Madrid comunicó al promotor de este concierto que, ante las deficiencias de seguridad que apreciaba el Ayuntamiento de la capital en el recinto, no podía otorgarle el permiso al artista onubense para debutar en el coso musical de los más grandes.

Fue muy poco después de clasificarse segundo en la segunda edición de 'Operación Triunfo' cuando Carrasco publicó "Quiéreme" (2003), al que siguieron seis discos de estudio más en los que fue afianzando seguidores y una personalidad propia dentro del cada vez más amplio abanico del pop melódico de regusto andaluz, cuando aún no existían los Pablo Alborán, Vanesa Martín o Pablo López.

Con "Bailar el viento", su último álbum, él fue el artista más vendedor en España de 2016 y el tercero de 2015; su gira, del mismo nombre, no le fue a la zaga con 282.000 espectadores en 48 conciertos el pasado año, el mejor registro. Entre los hitos de este "tour" destacan el concierto que celebró en el estadio de La Cartuja de Sevilla ante 45.000 personas, su debut en el Teatro Real de Madrid o los dos llenos en el WiZink Center de la capital (conocido como el Palacio de Deportes). Quedaba actuar bajo los arcos neomudéjares de Las Ventas, pero no pudo ser.

En una maniobra desesperada y "un día y medio" de montaje fue el auditorio Miguel Ríos de Rivas-Vaciamadrid, el mismo que hace solo unos meses acogió el concierto de despedida de Aerosmith, el que se prestó a recibir a las más de 15.000 personas que, como su ídolo, estuvieron al borde del desplante tras medio año de espera. Transcurridos 20 minutos de las 22 horas, el inicio estipulado, una pareja de expertos en danza aérea han puesto el alma de los asistentes levemente en vilo como previo a "Tambores de guerra", que han levantado del todo a un público exultante y profuso en parejas. "¡Buenas noches, Madrid! ¡Buenas noches, Rivas-Vaciamadrid! ¡Muchas gracias, muchas gracias, muchas gracias! ¡No sabéis lo que ha sido esta semana con el corazón en vilo, pero nada es imposible!", ha dicho un Carrasco visiblemente eufórico que ha saltado al escenario como un ciclón, prendido a una sonrisa ahora sí inquebrantable.

Junto a sus seis músicos, Carrasco ha mantenido el guión de anteriores convocatorias y tras "Aprieta" e "Y ahora" han sonado "Sabrás", vestida por vientos de saxofón y quejío flamenco, así como "Pequeña sonrisa sonora", que ha dedicado a su "niña", la que recientemente lo ha convertido en padre por primera vez. Una canción "que sirve para curar", la de "Mujer de las 1000 batallas", ha vuelto a poner al público en movimiento, más aún el banjo de "Yo quiero vivir", de un optimismo contagioso, y "Tan solo tú", interpretada a dúo y entre saltos con Antonio Orozco.

"Madrid, ¿me concedes este último baile?", ha preguntado a voz en grito como prolegómeno al tema que titula su último disco, casualmente en una velada en la que, al raso y a orillas de la meseta manchega, no ha dejado de soplar un viento que, domesticado, no ha hurtado notas ni enturbiado el sonido. En esa alternancia de altas y bajas pulsaciones y similares patrones musicales se ha sucedido más o menos el "show", con algún azúcar extra innecesario (números de baile arrebatado) y guindas como la presencia de Miguel Poveda para colorear una bella versión de "Menos mal" al piano, lo mejor de la velada.

Al público que no tuviera de su lado se lo ha terminado embolsando Carrasco con la frescura sencilla de su guitarra y dedicándole unos minutos al más puro estilo Sabina a Madrid, "la ciudad que besó en Malasaña" y "donde el sol brilla de noche", antes de irse a su tierra con "Yo te vi pasar". A 16 grados y con "más frío que en el musical de Frozen" han salido a cantar sus paisanos de Isla Cristina llamados Antílopez para interpretar "No tengo prisa", a tiempo para "No dejes de soñar", de la mano de Conchita y el auditorio convertido en un lucernario.

La épica colectiva de "Sígueme", "Que nadie" y "Ya no", junto a Pablo López, han puesto el concierto en modo de traca final, aunque aún quedaban por sonar un buen ramillete de canciones tras deshojar ampliamente este "Bailar el viento" (en total, una decena de cortes, incluidos "Amor interplanetario" con Nach o "Siendo uno mismo", la última) y de ganarse, tras dos horas y media, un merecido descanso.

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