Va cojeando porque tiene una cadera muy lesionada, y está medio sordo. "Por favor, háblame fuerte", nos pide. Pero con el espíritu provocador y rebelde intacto.
"Tengo un niño dentro y a él no le gusta aceptar todos los pesos de la vida". Por eso, Iggy Pop enloquece sobre un escenario. No para de saltar y de arrojarse sobre sus fans. "Después de cada disco tengo una tremenda depresión", confiesa.
Y también tiene un punto exhibicionista. En sus conciertos aparece con el torso desnudo y en ocasiones con el resto del cuerpo también al aire. Para mantenerse en forma practica a diario gimnasia, respirando muy profundo con movimientos lentos. "No es tan importante si tengo músculos", bromea.
En su juventud aparecía con el torso cubierto de cristales, sangre o mantequilla en sus conciertos. Es de los pocos que ha sobrevivido a una época de excesos y todavía lo puede contar.
En el recuerdo, noches alocadas entre mujeres y policías. "Algunas mujeres son muy fuertes", recuerda. Ahora, con 66 años, podría retirarse a disfrutar del jardín que tiene en su casa de Miami. "Es como una jungla, como Tarzán", asevera. Pero su espíritu le sigue pidiendo acción.