SALUD MENTAL EN LA INFANCIA

¿A partir de qué edad se pueden llevar los niños al psicólogo?

Es fundamental que las familias y los educadores velen por la salud mental de los más jóvenes desde una edad temprana.

Familia de padres y niña en la consulta de un profesional.

Familia de padres y niña en la consulta de un profesional.Pexels

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Los niños son un colectivo vulnerable del que tenemos que tener especial cuidado. Su bienestar emocional depende en gran medida de la salud y la felicidad de los adultos que están a su cargo.

Tenemos que saber darles las herramientas necesarias para que sean capaces de manejar sus emociones y hacer frente a los cambios situacionales que les depara el futuro. Solo de este modo podemos prevenir que en la edad adulta desarrollen alteraciones de comportamiento y se agraven los problemas de salud mental.

Lo importante es la problemática y no la edad

Hay especialistas en psicología de edades muy tempranas -de 0 a 6 años-, por lo que la comunidad científica está de acuerdo en que la edad no es un criterio válido para buscar ayuda psicológica, sino que la problemática a tratar es en lo que nos debemos fijar para pedir ayuda al especialista.

A través de la observación debemos discernir si el problema adquiere la categoría de urgencia -como pueden ser problemas de salud mental heredados, conductas autolesivas o trastornos en la alimentación- o no requieren una atención inmediata, como por ejemplo situaciones que pueden surgir a raíz de un cambio de escuela, traslado de casa o la llegada de un miembro más a la familia.

Señales que indican la necesidad de ayuda psicológica

Desde que un bebé llega al mundo, los adultos de su entorno tenemos que estar pendientes de sus necesidades y de que su desarrollo sea el adecuado para su edad.

El primer año de vida es durante el cual el cuerpo humano más evoluciona y los cuidadores de un bebé deben estar alerta a que evolucione conforme su edad: la adquisición de los primeros hábitos -de higiene y alimentarios-, las capacidades comunicativas -la gestualidad y el desarrollo del habla-, etcétera.

Es importante que no haya retrocesos permanentes -como el control de esfínteres o el mutismo- o cambios emocionales -como episodios de depresión, ira o ansiedad- que perduren más de tres meses.

A medida que los niños van creciendo debemos de estar más pendientes si cabe para poder identificar periodos de nerviosismo, agresividad, aislamiento, abuso de tecnologías, autolesión o tendencias suicidas.

Busca de ayuda psicológica

Cuando los cuidadores, ya sea en la escuela o en casa, han identificado un patrón de conducta delicado, lo más aconsejable es pedir ayuda a un profesional de la psicología infantil, que suele estar especializado en el tratamiento de conductas, pensamientos y emociones de los más pequeños.

Los centros escolares suelen tener este tipo de apoyo en el claustro; profesionales que reconocen las necesidades de cada pequeño -que muestran, por ejemplo, indicios de fracaso reiterativo o dificultades en el aprendizaje derivados de déficit de atención o hiperactividad- e intentan ayudar a los niños, a los educadores y a las familias a identificar el problema y utilizar diferentes herramientas para gestionarlo.

No obstante, no hay una terapia tipo, cada profesional adapta el tratamiento a la problemática del niño, su carácter, sus necesidades y su contexto socioeconómico. Se aborda de forma personalizada y se enfoca desde una perspectiva multidisciplinar.

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