SON UN MODELO

Así deberían ser los comedores escolares: cambios realistas y propuestas de mejora

Si hay un lugar que mezcla aromas, colores y ruido, ese es el comedor escolar. Allí no solo se sirven comidas, sino que también se forman hábitos, se aprenden normas sociales y se modela, muchas veces sin darnos cuenta, la relación que los niños tendrán con la comida el resto de su vida.

Niños almorzando en el colegio

Niños almorzando en el colegioFreepik

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A pesar de ser un espacio y un momento de vital importancia, la realidad de muchos comedores escolares dista mucho de ser ideal: mesas abarrotadas, menús poco atractivos, raciones estandarizadas, prisas para comer y personal sobrecargado.

Cómo debería ser un buen comedor escolar

Más allá de la seguridad alimentaria (que se da por hecho), un comedor de calidad combina nutrición, ambiente, tiempo y educación:

  • Ambiente físico acogedor: mesas y sillas adaptadas a la edad, iluminación cálida, separación adecuada entre grupos y detalles como plantas o colores amigables. Comer en un entorno agradable reduce el estrés y favorece la concentración.
  • Personal formado y motivado: el personal no solo sirve la comida, también enseña hábitos, supervisa la higiene y puede detectar problemas de alimentación o convivencia. Formación en nutrición, seguridad alimentaria y manejo del comportamiento infantil es clave.
  • Gestión del tiempo: comer con prisas perjudica la digestión y la atención. Escalonar los turnos y enseñar a los niños a valorar el momento de la comida es tan importante como el menú. Incluso cinco minutos extra marcan la diferencia.
Niña comiendo manzana
Niña comiendo manzana | iStock
  • Educación y participación activa: involucrar a los niños en la elección de platos, talleres de cocina o degustaciones, aumenta la aceptación de nuevos alimentos y enseña autonomía y curiosidad.
  • Sostenibilidad y reducción de desperdicio: compostaje, reciclaje, envases mínimos y productos locales fomentan la conciencia ambiental y el respeto por los recursos.
  • Colaboración con familias: informar sobre menús, alergias y cambios estacionales permite al hogar y al colegio caminar juntos, reforzando hábitos saludables.

El nuevo decreto para los comedores escolares

Por fin, después de años de peticiones, informes, evidencia científica y padres preguntando "pero ¿qué le dan de comer en el cole?", el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, ha aprobado un decreto que cambia las reglas del juego en los comedores escolares. Y esta vez va en serio: más legumbres, más pescado, más fruta y verdura… y menos de eso que hace crujir el envoltorio antes que el bocado.

Lo primero: se acabó que en el comedor escolar haya bebidas azucaradas, bollería industrial o frituras precocinadas como parte del menú habitual. Solo agua como bebida principal. Y no es capricho: la OMS y todas las guías serias de salud pública coinciden: el azúcar no pinta nada en la dieta infantil.

Niños en el comedor escolar
Niños en el comedor escolar | Freepik

Pero no se trata solo de quitar lo malo. También se añaden cosas muy buenas. Ahora será obligatorio:

  • Fruta y verdura todos los días. ¡Todos!
  • Legumbres al menos cuatro veces por semana. Sí, las lentejas también son superalimentos.
  • Más pescado y menos carne roja y procesada.
  • Sin ultraprocesados.

Además, habrá menús adaptados para necesidades especiales (alergias, intolerancias, razones religiosas o éticas), con garantías de seguridad y supervisión nutricional.

Ingredientes de calidad en los comedores escolares

Todo esto no va sólo de comida, sino de educación. Comer bien también se aprende. Los menús escolares, además de nutrir, deben ser coherentes con lo que enseñamos en clase sobre salud, sostenibilidad y hábitos responsables.

De poco sirve hablar del planeta si el menú viene envuelto en plástico y con productos que viajan miles de kilómetros. Por eso, la norma fomenta compra local y de temporada: más sabor, menos huella de carbono y apoyo a la economía de proximidad.

También se controlan ingredientes clave como sal y grasas. Se prioriza aceite de oliva virgen extra, se limita la sal y se anima a usar especias y hierbas para dar sabor sin saturar el paladar. La idea es educar el gusto desde pequeños, que descubran que el calabacín puede ser delicioso si se cocina con mimo.

La hora de comer y cenar también educa

  • La alimentación saludable no es un capricho gourmet: es un derecho de la infancia. En un contexto de preocupantes cifras de obesidad infantil, que el colegio se convierta en un entorno seguro y saludable puede marcar la diferencia.
  • No se trata de prohibir, sino de cuidar: que el plato sea nutritivo, que el comedor sea agradable, que el tiempo para comer sea suficiente y que los niños aprendan hábitos que duren toda la vida.
  • No más bollería ni refrescos en los comedores escolares.
  • Menús diarios con fruta, verdura, legumbres y pescado.
  • Menos carne procesada y ultraprocesados.
  • Agua como bebida principal.
  • Compra de productos locales y sostenibles.
  • Educación en salud y hábitos desde el plato.
  • Comedor agradable, personal formado, tiempo suficiente y participación de los niños.

No es perfecto ni lo soluciona todo, pero es una excelente noticia. Cuando los cambios se basan en ciencia, empatía y futuro, todos salimos ganando. Y nuestros peques, más que nadie. Quién sabe, quizá pronto escuchemos a un niño decir: "¡Bien! ¡Hoy en el cole tocan garbanzos con espinacas!". Y eso, amigas y amigos, sería una revolución de las imponentes.

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