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ASÍ LO VIVIMOS

El asesinato de Robert F. Kennedy hace 50 años producía el ocaso del progresismo en Estados Unidos

Robert F. Kennedy era asesinado un 6 de junio, hace 50 años, en el Hotel Ambassador de Los Ángeles. Era la tercera vez en cinco años que un asesinato ponía fin a la vida de un prominente líder político progresista en Estados Unidos. En esta ocasión era el turno del entonces fiscal general de EEUU que, tras la muerte de su hermano JFK, provocó un 'shock' en los movimiento de lucha por los derechos civiles del país. El magnicidio de Bobby creaba el término: 'La maldición de los Kennedy'.

En la madrugada del 5 de junio de 1968, hace 50 años, un estruendo daba paso a un segundo de silencio, al caos. Era la tercera vez en cinco años que un asesinato ponía fin a la vida de un prominente líder político progresista en Estados Unidos. En esta ocasión era el turno de Robert F. Kennedy. "RFK, RFK, RFK", gritaba la multitud del Hotel Ambassador de Los Ángeles, volcada con el probable candidato demócrata a la Presidencia, cuando el tenebroso sonido de un disparo sobrevoló a la masa y se impuso la confusión: el senador demócrata y exfiscal general Robert Kennedy había sido víctima de un ataque fatal.

Sirhan Sirhan había disparado al favorito para hacerse con la candidatura demócrata segundos después de que Kennedy abandonara el escenario del hotel, donde acababa de ofrecer un discurso al conocerse su victoria en las influyentes primarias de California.

Más conocido como Bobby, terminó pereciendo un día después y con él las esperanzas del progresismo estadounidense de los años 60, que había visto cómo sus figuras más destacadas eran asesinadas una detrás de otra, dando paso a una etapa de mayor polarización.

En 1963, John F. Kennedy, presidente del país y hermano de Robert, era asesinado en el que probablemente sea uno de los momentos más determinantes de la historia moderna de EE.UU. En abril de 1968, dos meses antes del magnicidio de "RFK", Martin Luther King, una de las principales figuras en la lucha contra el segregacionismo y la justicia social, era abatido en el balcón del hotel Lorraine de Memphis (Tennessee).

Los homicidios de los tres líderes, y sus consecuentes teorías conspirativas, supusieron un duro golpe para quienes perseguían avances en los derechos civiles en el país, entre quienes muchos pensaron que los cambios no podían lograrse por las vías democráticas convencionales, lo que derivó en el desánimo y la radicalización de algunos movimientos.

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