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SEÍSMO DE MAGNITUD 7,1

Miles de efectivos trabajan a pico y pala y contrarreloj para rescatar a los sepultados por el terremoto en México

Al menos 44 edificios se han derrumbado en la Ciudad de México y otros tantos lo han hecho en el resto del país, por lo que los equipos de rescate se esfuerzan por encontrar supervivientes entre los escombros.

Cae la noche y miles de efectivos trabajan a pico y pala sin descanso en las decenas de edificios derruidos de la Ciudad de México, tras el terremoto de 7,1 en la escala de Richter que sacudió hoy el centro del país, una tragedia que suma ya más de 217 fallecidos. En la calle Monterrey con Viaducto Miguel Alemán, una de las principales arterias de la ciudad, un edificio de al menos cuatro plantas se derrumbó por completo.

El escenario es desolador, y al menos un centenar de efectivos del Ejército, bomberos y Protección Civil trabajan a contrarreloj para poder sacar a gente con vida bajo los escombros. Lo hacen a pico y pala, y con cubos para sacar los escombros en una labor muy ardua. También hay una grúa que apenas sacó un enorme cartel publicitario que cayó encima del edificio al producirse el movimiento telúrico, pasado el mediodía de este 19 de septiembre, cuando se conmemoraba el 32 aniversario del terremoto de 1985 que dejó miles de muertos en la capital.

José Ángel Quimber, un vecino de la zona, fue de los primeros en acudir al rescate. El edificio "tenía cuatro pisos, este edificio y en lo que estuve yo, ayudamos a salir a dos persona heridas y sacamos dos fallecidos", lamenta. A la mínima señal de ruido entre los escombros se hace silencio. Los expertos en rescate levantan las manos y se pone mucha atención. Incluso usan una manguera que colocan entre los escombros para detectar cualquier sonido. Los perros, adiestrados para localizar a personas bajo los escombros, hacen una importante labor.

Lleno de polvo, José Rangel contempla ahora las labores de rescate desde una de las esquinas de la calle. Él también fue de los primeros en llegar a este derrumbe. Hay al menos 30 edificios caídos en la ciudad. Otros peligran, y prueba de ello es un bloque de tres plantas prácticamente pegado al lugar del derrumbe, que han desalojado con posterioridad luego de que se ladeara. "Sacamos escombros y hacemos fila, y cuando te piden silencio te quedas callado. Si se escuchan aplausos, se abre el paso" para sacar a la persona, explica el joven.

"Necesitan que haya silencio"

El español Alberto Morales, residente en esta zona de la ciudad de clase media, también estuvo ayudando hasta el arribo de efectivos oficiales. "Necesitan que haya mucho silencio", remarca desde su moto, cubierto de polvo y con las piernas llenas de rasguños. Tras siete años en México, no recordaba un terremoto así, que se suma al fatídico sismo de 8,2 en la escala de Richter del pasado 7 de septiembre que impactó sobre todo en el sur del país y dejó 98 muertos. Alonso, un enfermero de un hospital público, es uno de los muchos voluntarios que apoyan ante este siniestro.

Con su mochila repleta de medicamentos y productos de primeros auxilios, como vendas, sale en dirección a otro punto de la ciudad con su colegas del hospital, donde les han pedido refuerzos. No es el único, y muchas personas, con una simple mascarilla para no aspirar el polvo, ayudan como pueden. Por ejemplo, formando largas cadenas humanas que transportan material de primeros auxilios y agua.

La ciudad está en un considerable caos vial, con miles de personas transitando en vehículo hacia sus casas a paso lento, y los transeúntes actuando de improvisados guardias de tráfico. Se registran algunas compras compulsivas fruto del pánico en establecimientos comerciales, en tanto que muchas tiendas han cerrado por precaución. Se oyen aplausos y desde un altavoz se pide silencio porque puede haber gente viva bajo los escombros de este edificio de la colonia (barrio) Narvarte.

Una grúa procede a levantar grandes escombros de un edificio mientras, se instalan unos potentes reflectores frente a las ruinas, pues la noche se acerca. Tardarán horas, si no días, para sacar tantas toneladas de escombros, con el cuidado pertinente de no dañar a la gente que pueda estar sepultada viva, en la catástrofe más grave que recuerda la capital del país desde 1985.

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