La desaparición de habitats naturales es uno de los factores que provocan que virus de origen animal, como el coronavirus, acaben afectando al hombre. Las selvas y los bosques son una barrera natural cada vez más escasa.
Cada seis segundos un bosque del tamaño de un campo de fútbol de árboles de gran porte es arrasado en algún rincón del planeta.
"Junto con los océanos, los bosques son los grandes reguladores del clima. En la medida en la que perdemos esta superficie forestal, estamos lanzando a la atmósfera grandes cantidades de gases de efecto invernadero", explica Miguel ángel Soto, de Greenpeace.
A la suerte de los árboles va ligada la de las tribus indígenas y la de centenares de especies animales. Se calcula que ya solo queda un 20% de los bosques vírgenes del planeta.
Además, la irrupción de enfermedades como el SARS, el ébola o, últimamente, el coronavirus está íntimamente ligada a la destrucción de estos hábitats y el consiguiente acercamiento del ser humano a los animales salvajes.
"En los últimos cuarenta años hemos conocido enfermedades nuevas que están afectando al ser humano que proceden de virus o bacterias que están presentes en la fauna salvaje", añade el activista.
A esta devastación de las selvas tropicales hay que sumar un problema que nos afecta mucho más de cerca. Nuestros bosques son cada vez más vulnerables a las plagas, a los hongos y a las sequías. El cambio climático es el responsable. Una catástrofe de la que está detrás también el ser humano".
Con la destrucción de los bosques nos jugamos la estabilidad del planeta tal y como lo conocemos.