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LAS RESIDENCIAS DEL TERROR

Cincuenta años después, Fernando se atreve a entrar en el preventorio de la Sabinosa

Fernando pasó un tiempo en el preventorio de la Sabinosa. Allí sufrió terribles vejaciones. 50 años después de ha atrevido a volver con un equipo de Espejo Público. "No pensaba volver", dice.

Fernando llegó a Tarragona durante el verano de 1960. Ha pasado más de medio siglo y, a pesar del estado ruinoso del preventorio, Fernando reconoce sin dudas el lugar donde se alojaba, le tocó el peor destino, el Pabellón 9.  La disciplina era inflexible, incluso irracional. Todos los niños tenían que dormir en la misma postura, mirando hacia el mismo lado. Los castigos eran indiscriminados y colectivos. Cada noche era una tortura.

Fernado recuerda el momento de las duchas como una carrera contrareloj. "Entrabas y tenías un minuto para enjabonarte y aclararte. Si cerraban el agua y tenías jabón, palo que te crió", dice.

Engordar a los niños era una obsesión para el personal del Preventorio. Así que los ejercicios físicos estaban prácticamente prohibidos. Los niños estaban sanos, pero Fernando recuerda pasar muchas horas sentado en completo reposo. Los antiguos internos coinciden en calificar la comida como bazofia, una especie de pienso para que cogieran peso. "No he vuelto a probar la comida que tomé cuando estuvé aquí". A pesar de la proximidad del mar, Fernando solo pudo bañarse una vez en la playa, pero muchos días estuvo al sol con la cabeza agachada.

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