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Final de 'Amar a muerte': 5 claves de la última revelación de las telenovelas latinas en Nova

¿Qué sucedería si la muerte no fuera el final? ¿Qué pasaría si tuviéramos una segunda oportunidad para reconducir nuestras decisiones? Estas dos preguntas han sido el eje central de 'Amar a muerte', la última gran revelación de las telenovelas latinas en Nova. Pero, si bien la muerte ha sido un elemento clave en esta historia, ha habido muchos otros factores que nos han hecho amarla a muerte de principio a fin. Recuerda que puedes volver a verla al completo en ATRESplayer.

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Jacobo pone orden en la familia Carvajal

Cuando León Carvajal falleció asesinado en los brazos de su recién estrenada esposa por orden del amante de esta, se consideraba un hombre felizmente enamorado, un empresario triunfador, un orgulloso padre de familia.

Sin embargo, cuando la muerte le dio una nueva oportunidad en forma de transmigración, descubrió que su perfecta vida era bastante imperfecta. Descubrir su verdadera realidad le provocó un shock casi tan intenso como cuando se vio por primera vez ante el espejo con el rostro del Chino Valdés.

Desde ese momento, Jacobo (Michel Brown) ha recorrido un largo y complicado camino. A los retos intrínsecos a su condición de transmigrado se unieron los conflictos internos. La lucha entre sus ansias de venganza contra Lucía y su amor incontrolable hacia ella. La lucha entre su rencor hacia Johnny y la necesidad de esperar el momento (y las pruebas) para derrotarlo. La lucha entre su afán por ayudar a sus hijos ante sus respectivos conflictos y la obligación de mantener la distancia propia de un chófer.

Por no hablar de ese momento clave en el que tuvo que explicar cuál era su verdadera identidad. ¿Cómo le explicas a un hijo que eres su padre regresado de la tumba con el rostro de otro hombre? Pero Jacobo supo hacerse creer a base de recuerdos, a base de emociones, a base de las palabras justas y certeras. Y poco a poco fue poniendo orden en su familia.

También pudo poner en su sitio a Johnny 'mi niño' Corona. La cara del presunto hombre de confianza cuando descubrió que el mentor al que había ordenado matar estaba ante él es digna de ser recordada. Al igual que su escena final.

Justo es reconocer el gran trabajo que ha realizado Alejandro Nones. Ha conseguido que odiáramos a ese villano de principio a fin y durante todos y cada uno de los capítulos hemos disfrutado su desesperación cuando veía como ese chófer recién llegado iba ocupando su lugar en la vida (y la cama) de Lucía.

Lucía, una nueva oportunidad para reinventarse

En cuanto a Lucía (Angelique Boyer), ha sido, sin duda, un personaje que ha oscilado entre las luces y las sombras. Nos creímos su sufrimiento y sus remordimientos tras la muerte de León, pero también nos hizo dudar con su dependencia de Johnny.

Porque si hay algo claro es que durante este tiempo hemos conocido a varias Lucías. La Lucía que vivió una adolescencia oscura, traumática, dramática. La Lucía que vivió un romántico noviazgo con León. La Lucía que planeó un rápido ascenso económico y social con su amante. La Lucía que se ilusionó con el nuevo chófer. La Lucía que siempre intentó acercarse a sus hijastros.

¿Cuál de todas estas Lucías era la auténtica? ¿Todas? ¿Algunas? ¿Ninguna? Tal vez la respuesta más adecuada sea que Lucía ha sido la conjunción de todas ellas. Todas esas Lucías, desde la más luminosa a la más sombría, han tenido su momento y se han ido combinando para dar paso a esa Lucía ¿final?

De sicario a padre de familia

Y si Jacobo consiguió combinar su nuevo "yo" con el anterior, ¿qué decir del Chino Valdés y su nueva vida como profesor universitario y padre de familia? León al menos pudo volver rápido a su entorno original, pero al Chino le costó bastante más acomodarse a su nueva condición.

Siempre quedará en nuestra memoria el rostro desencajado de Arturo Barba deambulando por las calles, la confusión de sus ojos, la búsqueda constante de respuestas, el ansia por recuperar su cuerpo…

Sin embargo, y para sorpresa de todos, finalmente el Chino Valdés, el sangriento sicario, el hombre que traicionó a todo un cartel de narcotraficantes por un maletín lleno de billetes, el marido y padre que prestaba más atención a la Santa Muerte que a su mujer y su hija, terminó sucumbiendo a su segunda oportunidad y recuperando la sonrisa con una familia "normal".

Camilo y Bárbara, los "otros" de esta historia

Otras relaciones que han conseguido captar toda nuestra atención es la que han mantenido los transmigrados con sus respectivos "confesores". Si volver de la muerte en otro cuerpo ya es complicado de procesar emocionalmente, ¿cómo convivir con esa situación sin tener a alguien con quien desahogarse? ¿con quién hablar de algo tan peculiar?

Tanto León como el Chino tuvieron mucha suerte en ese aspecto. Ambos encontraron a sus particulares compañeros de "aventura".

León fue especialmente afortunado porque su mejor amigo es todo un experto en cuestiones relacionadas con la muerte. Camilo (Henry Zakka) ha demostrado ser un gran amigo. Ha sido el mejor apoyo para Jacobo, pero tampoco he evitado decirle aquello que no quería oír. Y, encima, ha conseguido documentar de primera mano un nuevo libro que, nos aventuramos a asegurar, seguro que es un éxito de ventas. La duda está en si lo podrán en los estantes de ciencia o en los de ciencia ficción.

En cuanto al Chino, el destino, la suerte o la Muerte hicieron que se cruzara en su camino Bárbara, que, sin saber muy bien cómo, terminó convertida en cómplice de un sicario, terapeuta psicológica, asesora sentimental y "audiente".

Sin duda, los personajes interpretados por Artura Barba y Raquel Garza han formado una de las parejas más especiales y hasta entrañables de esta historia.

Juliantina

Pero para pareja especial la formada por Juliana (Bárbara López) y Valentina (Macarena Achaga), que ha pasado a la historia del género como Juliantina. ¿Por qué?

En primer lugar por dar naturalidad a lo natural. Por no crear falsos artificios, ni aspavientos exagerados, sino por vivir simplemente un romance igual de intenso y con las mismas dificultades o complicaciones que cualquier otra pareja de 'Amar a muerte'.

Su relación comenzó como muchas otras relaciones: como una amistad sincera en un momento clave, en el que ambas estaban viviendo la peor de sus pesadillas. Valentina acababa de perder a su padre y no conseguía encontrar su propio espacio mientras que Juliana se enfrentaba a la misma pérdida así como a la permanente huida de unos narcotraficantes que no dudarían en apretar el gatillo si la tuvieran delante.

Y así comenzó Juliantiana, con una charla en un banco en un parque, con una improvisada clase de baile, con una fiesta donde solo estaban cómodas la una con la otra y, poco a poco, sucedió la magia.

Es cierto que después vinieron las dudas, los problemas, las incomprensiones, los obstáculos, las amenazas…. Es decir, lo mismo que hubiera vivido cualquier otra pareja en cualquier otra telenovela.

Y ese es el gran triunfo de Juliantina: que ha conseguido, al igual que Aristemo, normalizar lo normal en un género en el que hasta hace poco esos sentimientos eran o un tema tabú o un elemento tratado muy de soslayo.

Habría mucho más que decir de 'Amar a muerte'. Habría que hablar del alma perdida de Beltrán Camacho. Habría que hablar de la tierna relación entre Guillermo y Renata. Habría que hablar de la soberbia Eva, la señorita de buena familia, defensora a ultranza de la reputación y orgullo de clase de los Carvajal, que terminó enamorada de un narco y pagó un alto precio por ello. Habría que hablar de Mateo, de su ética profesional y de su generosidad. Habría que hablar de Lupita y su lucha por sobrevivir.

Y, sobre todo, habría que hablar de La Muerte (Nastassia Villasana). Del escalofrío que nos recorría el cuerpo cada vez que aparecía en pantalla. Del misterio que escondía su silencio. De las dudas que despertaban las mariposas negras que desplegaba.

Quedémonos con las segundas oportunidades que dio y con la satisfacción de habernos dado la oportunidad de disfrutar de esta historia a la que hemos conseguido 'Amar a muerte'.

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