CINE ROMÁNTICO EN CRISIS
Que alguien salve las comedias románticas: ¿Es posible tener pelis 'tontas' y disfrutables en esta era?
Aceptémoslo: las viejas fórmulas de la comedia romántica ya no funcionan tan bien como antes. La cuestión es si el género puede reinventarse o no.

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En el cine, como en todo, hay cosas que resisten mejor el paso del tiempo que otras. Géneros o historias que siguen sorprendentemente vigentes décadas y décadas después de su estreno y otros que huelen a naftalina y que, como poco, hay que verlas y entenderlas con la perspectiva del tiempo y el contexto, pero que no tendrían sentido si se hiciesen ahora. Y entre unas y otras, en un brete, se encuentra la comedia romántica.
Es un género siempre efectivo; agradable de ver, sencillo, complaciente y que no requiere grandes presupuestos. Para los estudios, si sale bien, puede reportar grandes beneficios. Para el espectador, por su parte, puede ser un pasatiempo perfecto en un momento en el que no quiera devanarse demasiado los sesos. Entonces, ¿cuál es el problema con el género? Pues que la sociedad cambia, pero las historias románticas parecen haberse quedado estancadas (muchas veces porque son remakes o copias de fórmulas que funcionaron en el pasado).

Por un lado, en el cine, la comedia romántica sigue sujeta a ciertas convenciones formales: una pareja que se conoce en el primer acto, una serie de problemas que surgen en el segundo y un climax y resolución en el tercero donde, normalmente, terminan juntos. Y cada vez nos cuesta más ver eso como algo medianamente cercano a la realidad y no como un ejercicio de ficción casi de otro tiempo, con esa premura en el tramo final que suele obligar a los personajes a decidir en el último instante si se casan o no (y viven felices y comen perdices y blabla).
Las relaciones reales cada vez tienen menos que ver con ese tipo de historias de cuento y más con lo mundano, algo que por ejemplo ha querido retratar Lena Dunham con la serie en clave de comedia romántica Sin medida (la cual funciona muy bien en cuanto a la pareja central, pero flaquea por otras partes). Por otro lado, está el asunto del cambio social que comentábamos antes y de la nueva mirada que tenemos sobre las relaciones: hemos aprendido a identificar comportamientos tóxicos en situaciones que antes creíamos románticas.

Por tanto, el visionado de producciones como la saga Culpa mía puede resultar entre marciano y estomagante: no porque la película sea mala en sí, que también, sino porque aunque queramos aceptarla como un entretenimiento sin pretensiones, tenemos que comulgar con que nos vendan como romanticismo un montón de situaciones tóxicas que no deberían serlo. Y eso sin entrar a hablar a cómo percibimos ahora cosas como el acosador de Love Actually o lo problemático que resulta que la prostitución sea un factor clave en Pretty Woman.

Aún así, no perdamos del todo la esperanza: la comedia romántica no tiene que desaparecer, solo reinventarse y mirarse más en las relaciones románticas modernas en lugar de seguir repitiendo patrones ya gastados. Ejemplos positivos sí que hay. ¡Estáis cordialmente invitados!, con Will Ferrell y Reese Witherspoon, es bastante clásica en cuanto a comedia pero no en la forma de tratar las relaciones. Which Brings Me To You también es algo más realista que las rom-coms típicas sin perder la magia del romance y Plus One también sigue en esta línea de ofrecer algo diferente.
Al final, el problema no es el género, o no debería serlo, sino que el cine tiene que reflejar la realidad del momento en que vivimos. Y, en este caso, de cómo nos enamoramos y cómo nos queremos. Las relaciones de hoy no son tan facilonas ni todo acaba en un beso o en una boda. Muchas veces, de hecho, ahí empieza la verdadera historia.
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