MENOS CHÍA Y MÁS YOGUR VAGINAL
¿Cómo se elabora un yogur vaginal casero? (Sí, habéis leído bien)
Desde que Cecilia Westbrook, doctora de la Universidad de Wisconsin, crease un yogur con sus propios fluidos vaginales, muchas mujeres se preguntan por qué a nadie se le había ocurrido hasta ahora teniendo en cuenta que se han escrito numerosos recetarios con semen e infinidad de estudios sobre esta sustancia.
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Existe una corriente –minoritaria, sí, pero que cada día cosecha más adeptos– que aboga por utilizar los fluidos producidos por el propio cuerpo como alimento. Es una medida sostenible y económica, aseguran, de manera que se han publicado libros con recetas con semen y son muchas las mujeres que abogan por reutilizar la menstruación como abono para plantas, entre otros usos. Uno de los últimos fluidos en ser reivindicados por este movimiento que apuesta por el reaprovechamiento ha sido la flora vaginal, que adquirió la categoría de producto gastronómico el día en que la doctora Cecilia Westbrook, de la Universidad de Wisconsin, decidió elaborar un yogur con su propio fluido para aprovechar así sus múltiples propiedades nutricionales, que se basan, fundamentalmente, en su gran cantidad de probióticos.
Al parecer, tras ingerir un par de botes de yogur, Westbrook aseguró que está "fuerte y amargo", casi como un "yogur indio". De hecho, la bacteria con mayor presencia en la vagina es el lactobacilo, aunque parece haber indicios de que existe una flora vaginal diferente en las mujeres de diferentes razas. La iniciativa de Westbrook respondió en su día, de hecho, no solo a testar las propiedades organolépticas de la flora vaginal en forma de yogur, sino a poner de manifiesto la escasa cantidad de estudios al respecto que existen si tenemos en cuenta cuántos hay sobre el semen. Tanto la doctora como el resto de miembros de la universidad, así como otros expertos en nutrición y medicina que fueron consultados, desaconsejan elaborar de forma casera este yogur, ya que además de los lactobacilos, cuyas propiedades beneficiosas han sido demostradas, existen otras bacterias desconocidas que podrían poner en riesgo la salud del comensal.
La elaboración de un yogur vaginal no tiene ningún misterio. Se trata, simplemente, de recolectar con una espátula una cantidad de bacterias de la zona vaginal, depositarlas en un plato por la noche y dejarlas fermentar. A continuación, mezclarlas con un yogur y dejarlas fermentar durante una noche más, hasta tener listo un postre con estructura de kefir que, según su ideóloga, está estupendo con zarzamoras. Pese a que Westbrook insiste en que el yogur tenía un sabor intenso, y que elaboró un segundo lote que resultó ser mucho más agrio que el primero que nos recuerda a esos yogures indios, desaconsejó su consumo porque, al fin, cada vagina es un mundo. "No sabemos la cantidad de bacterias diferentes que habitan en el interior de cada mujer, de manera que es mejor no arriesgar", asegura. Lo que no implica que su elaboración y posterior degustación no haya sido, para ella, un interesante ejercicio de feminismo y de reivindicación del propio cuerpo. Pero con una vez hay más que suficiente.
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