Trastornos

Sisifemia, la enfermedad laboral de los autoexigentes: "Vamos entrando en un bucle y es muy difícil salir de él"

La padecen aquellos que no saben decir que no en el trabajo y se cargan de responsabilidades hasta que esto les empieza a pasar factura física y emocionalmente.

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Capear las inclemencias laborales del día a día no es tarea fácil. ¿Quién no ha tenido alguna vez un jefe malencarado, un compañero quisquilloso o un salario con el que no ve recompensado su esfuerzo? Un entorno laboral hostil suele desembocar en un síndrome del 'burnout' o trabajador quemado. Aquel que acaba harto de su trabajo y no quiere saber nada de su entorno laboral. El trabajador experimenta una desafección de su empleo porque está quemado.

En el otro extremo se encuentra el trabajador que sufre sisifemia. Una patología a la que ha puesto nombre José Manuel Vicente, director de la Cátedra de Medicina Evaluadora Pericial de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM). El trabajador que padece sisifemia está tan implicado con el trabajo y sus responsabilidades que esto acaba desembocando en un trastorno.

"Estas personas pierden la visión de lo que es el trabajo y la vida personal"

José Manuel Vicente

Todo comienza por un estado de agotamiento físico y mental. El trabajador está muy implicado con su actividad, a la que se dedica con entereza. El perfil de este empleado es el de aquel que tiene una gran autoexigencia y sentido de la responsabilidad. El entorno laboral puede fomentar que aparezca esta enfermedad: una empresa que carga con objetivos inalcanzables a sus empleados y les obliga, indirectamente, a destinar toda la concentración en esa tarea y a dedicar más horas de las que corresponde.

El mito griego de Sísifo, el origen del término

El término 'sisifemia' proviene de la figura de Sísifo, personaje de la mitología griega. A Sísifo le encomendaron la labor de cargar sobre sus hombros con una pesada piedra cuesta arriba 'in aeternum'. Cuando llegaba a la cumbre dejaba la piedra caer y al día siguiente tenía que proceder con la misma operación.

Al pobre de Sísifo se le castigó, además, con la pérdida de la visión, algo muy parecido a lo que les ocurre a quienes padecen sisifemia. "Al final estas personas pierden la visión de lo que es el trabajo y la vida personal. Empiezan a confundirlo y cada vez dedican más horas a su trabajo", señala el doctor José Manuel Vicente.

La amenaza del estrés encubierto

Estrechamente vinculado con la sisifemia nos encontramos el estrés encubierto, trastorno analizado por Koro Cantabrana, fundadora del Instituto del Estrés y autora del libro 'Estrés Encubierto: El síndrome silencioso que amenaza sin darnos cuenta'.

"Uno de los dos tipos de estrés encubierto es el voluntario, que es que sabemos que tenemos estrés, pero no lo queremos comentar: no queremos decir a los demás que tenemos estrés, no queremos que nos lo noten", explica la escritora. "¿Por qué? Porque normalmente sentimos que nos van a estigmatizar, van a sentir que somos débiles, que no somos capaces de cumplir con nuestro trabajo, que somos malos profesionales".

Por el otro lado, estaría el estrés encubierto involuntario, que, como explica Cantabrana, "es ese que no sé que tengo, pero realmente está ahí". O dicho de otra manera, aquel que, aunque "nos da evidencias, físicas, emocionales y mentales, no las queremos ver". "Estamos enfrascados en nuestra vida diaria, en esa rueda de hámster que cada vez va más deprisa y no queremos parar", compara la 'coach'.

Las profesiones con más riesgo de desencadenar un cuadro de sisifemia

Existen sectores profesionales con más riesgo de sufrirlo, como médicos, abogados, informáticos de análisis de datos, profesores de universidad o personal de la administración con altos cargos. Las personas que sufren los efectos de la sisifemia suelen tener trabajos con un alto contenido de responsabilidad que exige la inmediatez en la resolución de tareas que son 'para ayer'.

Asimismo, llevan a cabo procesos en los que hay mucha responsabilidad en el cometido y, aunque generalmente son titulados superiores, este trastorno puede darse desde directivos a becarios.

¿Cuáles son los primeros síntomas del trastorno?

Una de las primeras señales de alarma es la ansiedad. Durante la jornada estamos focalizados a un nivel muy alto de dedicación, pero cuando terminamos el trabajo esta situación de tensión no se corta y es tan alta que la mantenemos más allá de la jornada laboral. Más aún si nos llevamos trabajo a casa.

Empezamos a dormir peor, nos cuesta conciliar el sueño y tenemos despertares en los que seguimos pensando en los temas del trabajo. Para compensar ese estado de cansancio abusamos de la cafeína y optamos también por los ansiolíticos para poder dormir.

"Las evidencias están ahí. Evidencias físicas como problemas cutáneos, problemas de caída de pelo o problemas gástricos, que son los primeros en aparecer al notar nuestro estómago un poco encogido. También dolores musculares o dolores de cabeza", enumera Koro Cantabrana. "Pero también emocionales y mentales: tenemos más irrabitabilidad, estamos con insomnio...", añade.

"Hemos generado muchísimos hábitos que nos llevan al estrés, pero que no sabemos cómo cambiarlos"

Koro Cantabrana

De esta manera, vamos entrando en un bucle y somos incapaces de salir de ese estado de estrés mantenido: vemos que cada vez rendimos menos y, para llegar a todo, alargamos la jornada de trabajo.

Cuando esa situación se mantiene en el tiempo, se llega a un estado de desgana en el que la persona está tan cansada que es incapaz de dedicarse a actividades como la lectura y muchas veces acaba recurriendo a una baja por su incapacidad para trabajar.

"Todos estos síntomas nos están diciendo que tenemos estrés. Pero ¿qué pasa? Que no queremos parar de hacer cosas, de hacer nuestra vida diaria, a la que nos hemos acostumbrado y hemos generado muchísimos hábitos que nos llevan al estrés, pero que no sabemos cómo cambiarlos", explica la autora de 'Estrés encubierto'.

La conspiración del silencio

Uno de los grandes riesgos de quienes la sufren es entrar en la denominada conspiración del silencio, tal y como advierte José Manuel Vicente. El empleado es consciente de que la empresa cada vez le pide más, pero no lo verbaliza. Suelen ser perfiles que, además, generan envidia entre sus compañeros y les cuesta decir en alto que necesitan parar o que no pueden con tanta carga, por lo que lo silencian hasta que ya no pueden más.

Tips para evitar caer en la sisifemia

Uno de los primeros consejos es el de estar atentos ante los síntomas que puedan aparecer. "No es normal no dormir por el trabajo, no es normal una ansiedad que mantenemos fuera del trabajo o que dejemos de hacer cosas como el ocio o actividades deportivas por estar cansados", señala José Manuel Vicente.

"Pensamos que el estrés solo viene por alta presión o alta responsabilidad. El estrés nos viene por muchísimas razones, sobre todo por miedo: miedo al qué dirán, miedo al no hacerlo bien, miedo al fallar, miedo a frustración que va a venir del futuro... Pero también de nuestra autoexigencia. Estamos en un mundo en el que nos autoexigimos, tenemos que demostrar que lo hacemos todo bien, que lo hacemos todo perfecto, y eso nos lleva a tener mucho estrés", expone Cantabrana antes de incidir en que "la idea es encontrar nuestros detonantes, las banderas rojas, eso que nos está diciendo 'por aquí estás empezando a tener tensión', 'por aquí estás empezando a ir mal'.

"El estrés nos viene por muchísimas razones, sobre todo por miedo"

Koro Cantabrana

Hay que separar lo que es el trabajo y el resto de la vida. Lo recomendable es dedicar al trabajo las horas que exige y no sacrificar tiempo para el descanso, incluso para no hacer nada.

Las dos prácticas aliadas para mantener a raya ese estrés serán el 'mindfullness', para focalizarnos y saber eliminar las preocupaciones de la mente, y también el deporte, que genera una serie de sustancias que hacen que el cerebro sea más plástico.

Entre los "pequeños cambios", como ella misma define, que propone Koro Cantabrana para hacer frente al estrés encubierto se encuentran los siguientes:

  • Estirarse. El estirarse hace que los músculos vuelvan a coger fuerza y que nuestro cerebro haga un impasse.
  • Microdescansos. Cada cierto tiempo hacer unos descansos pequeños que no nos desconecten de lo que estamos haciendo del trabajo, pero que nos den un aire fresco. Eso nos ayuda a no acumular el estrés y a soltarlo.
  • Respiración consciente. Esta es la que hacemos con la parte inferior del diafragma, de forma muy lenta y que nos conecta con el sistema nervioso parasimpático, que nos ayuda a entrar en calma. "Si, además, lo hacemos de forma relajada, en tan solo cinco minutos, todo nuestro sistema empieza a relajarse", precisa.

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