José Manuel Peredo

Publicidad

Elecciones EEUU 2020

Orden internacional y democracia después de las elecciones en Estados Unidos

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos representan, cada cuatro años, un momento estelar y de máxima relevancia para la democracia. En este caso aún más y no solo por los alarmantes asuntos domésticos.

Vivimos en un mundo crecientemente multipolar y en tránsito desde el orden liberal construido a partir de la Segunda Guerra Mundial (temporalmente triunfante tras la desaparición del bloque comunista en la década de los 90) hacia otro orden aún incierto y, a su vez, en proceso de definición y regulación (denominado de competición estratégica entre potencias). Y en él, la figura del presidente de Estados Unidos resulta un elemento decisivo e imprescindible para la viabilidad de cualquier sociedad internacional y cualquier configuración del poder que resulte de este proceso globalizado de transición.

El debate sobre las consecuencias que tendrán las elecciones sobre el orden internacional se encuentra en plena ebullición. Los autores liberales reconocen que el mundo de 2021 ya no será como el de 2016 y sus años precedentes. La consolidación de las potencias y el establecimiento de criterios nacionalistas se han hecho presentes y no se advierte un cambio de orientación en el pensamiento dominante. Por el contrario, los cambios que se pronostican a partir del progreso de las revoluciones tecnológicas hacen predecible un movimiento disruptivo aún mayor –y, por consiguiente, unos escenarios económicos y sociales de incertidumbre– si no mayor que el actual, al menos constante. Los mapas mentales realistas, por su parte, proponen dos modelos para el futuro: un conflicto entre grandes potencias o un concierto de grandes potencias similar al del siglo XIX en Europa.

"La figura del presidente de Estados Unidos resulta un elemento decisivo e imprescindible para la viabilidad de cualquier sociedad internacional y cualquier configuración del poder que resulte de este proceso globalizado de transición"

Sin embargo, a pesar de que la polarización entre los dos grandes partidos pudiera trasladar la idea de que la doctrina norteamericana también puede entrar en 2021 en una nueva etapa de cambio, si se confirmara el sentido de las encuestas, que dan una ventaja considerable a Joe Biden, lo cierto es que la trascendencia del momento histórico debe hacer pensar que es posible que se abra la puerta a la elaboración de una estrategia de convergencia teórica y de pragmatismo en los planteamientos políticos de cualquier nueva administración. El mandato de Donald Trump tiene elementos atribuibles a la personalidad del presidente, como ocurre en todos los casos, pero tiene otras características que devienen del periodo histórico de disrupción tecnológica y global en el que vivimos.

Y así, en cuestiones como el comercio internacional, la protección de los mercados nacionales frente a la globalización (si es que esta atentara contra el estado del bienestar) podría convertirse en un paradigma que obligue a unas dinámicas de renegociación de los marcos regulatorios de intercambios. Pero sería más improbable que esas prácticas derivaran en decisiones proteccionistas extendidas y universalizadas, y que estas, a su vez, propiciaran otras políticas aislacionistas que afectasen al sistema y a la seguridad mundiales. Con respecto a China, los teóricos coinciden en muchos casos en la necesidad de buscar equilibrios políticos y diplomáticos, pero sin caer en la infravaloración de los riesgos ni tampoco en una sobrevaloración de las amenazas. El politólogo liberal Joseph Nye (Do morals matter?) empieza a hablar de una smart competition strategy porque, según él, la relación requerirá una importante dosis de inteligencia contextual y una dirección prudente por parte de ambas potencias para no verse envueltas en tensiones motivadas por errores de cálculo.

"Con respecto a China, los teóricos coinciden en muchos casos en la necesidad de buscar equilibrios políticos y diplomáticos, pero sin caer en la infravaloración de los riesgos ni tampoco en una sobrevaloración de las amenazas"

“As chinese power grows, the american liberal international order will have to change. China has little interest in liberalism or american domination. Americans would be wise to discard de terms “liberal” and “American” and think in terms of an open and rules-based world order”, asegura Nye para recomendar que el futuro del liberalismo pase por asociarlo a la cooperación institucional en vez de a la promoción de la democracia. Pero el liberalismo es una doctrina que enlaza la libertad individual con la igualdad de oportunidades. Se construye sobre el desarrollo y el respeto por las leyes y los derechos humanos y propicia el establecimiento de sistemas democráticos. Esto es así lo mire quien lo mire y por donde lo mire. Y las democracias no pueden perder sus valores de avance en las libertades, respeto por los derechos y de promoción de una actividad económica próspera y responsable en la lucha contra la desigualdad. Por ello, la reconfiguración de un nuevo orden debe de concebirse en los países democráticos y en sus alianzas como una oportunidad para revisar comportamientos, pero no para ceder en los fundamentos.

José María Peredo, Catedrático de Comunicación y Política Internacional de la Universidad Europea de Madrid