Viajes
¿Cómo eran las Plantaciones de esclavos en Luisiana?: Nos paseamos por una de ellas y vemos lo que todavía queda del sur secesionista
Representan un pasado colonial más reciente de lo que muchos quieren recordar, pero son una visita obligada para entender cómo funcionaba la sociedad sureña. Entrar en una es retroceder varios siglos.

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No es fácil encontrar un lugar que represente la esencia misma de la esclavitud que durante siglos mantuvo e impulsó la economía del sur de los Estados Unidos. Plantaciones algodoneras y azucareras que en los siglos XVIII y XX se instalaron a orillas del Misisipi y que perpetuaron la segregación racial...No es fácil, pero sí posible en visitas como las que a diario se puede realizar por 'Oak AlleyPlantation', un terreno de 11 hectáreas que fue comprado por el hijo de una familia con 'pedigrí' aristocrático que expandió sus 'tentáculos' en la ribera de uno de los ríos más grandes y caudalosos de la América Sureña.
La llegada ya es imponente porque hay que atravesar una sorprendente avenida de robles que conduce a la Casona. El lugar no es una casa normal, y no solo porque se construyó hace 175 años, si no porque es la casa grande de una plantación. Concretamente la vivienda que proyectó Jacques Roman, un joven que provenía de una familia con miles de acres en el distrito. Roman imaginó una mansión de estilo renacimiento griego después de pedir un préstamo usando a sus esclavos como garantía. Hablamos de los mismos esclavos que luego tuvieron que fabricar miles de ladrillos para levantar las 28 monumentales columnas que escoltan esta joya arquitectónica en cuyo espacio se reproducía la jerarquía de la sociedad sureña confederada: señores, criados, esclavos...
La favorita de la 'señora'
En las paredes se reproducen algunos de los contratos de compra de esclavos. No está permitido hacer fotos en el interior y por eso no os las puedo enseñar, pero impresiona leer sus nombres, sus quehaceres y circunstancias, porque de repente esas sombras se convierten en reales: Mukama: mulata de 30 años con 5 hijos. Deterville: 34 años, 1200 euros. Crede: Shoemaker, 19 años, 1.100 dólares. Aunque la más popular es Meanna, una sirvienta que se sabe que era la favorita de la señora y cuyo vestido de algodón se exhibe en el comedor. Ella era la encargada de satisfacer cualquiera de las demandas de la Doña Celina, una mujer de su edad, pero con muy distinta condición. Llama la atención el abano, un gran abanico con tela o plumas que, colgado del techo, se mueve manualmente con una polea y sirve para abanicar a los comensales.
En la sala de artefactos no os perdáis el grillete con cascabeles que se exhibe en el centro. Se los colocaban a los esclavos, ya no solo para que no pudieran correr y escapar, si no para que delataran en todo momento su ubicación. Había esclavos que realizaban las tareas domésticas, pero también los había artesanos, albañiles y por supuesto, trabajadores agrícolas. En 'Oak Alley' se dedicaban sobre todo al azúcar y en una especie de granero encontraréis una ilustra film y varias indicaciones de cómo se trabajaba esta planta que hizo ricos a sus propietarios.
Los esclavos vivían en unos barracones que se han reconstruido tal cual se presentaban hace un par de siglos. Son estructuras pequeñas en las que cabía lo justo: una cama, una mesita, una silla y una chimenea para poder cocinar. No los comparéis con la mayoría de los apartamentos que se alquilan en las ciudades grandes, si no con los espacios grandes y luminosos que habréis visto en la Casa Grande. En un Estados en el que todo tiene 'otro tamaño', las casas de los trabajadores eran lo que se dice 'muy justitas'. No os sentiréis Escarlata O'Hara en ellas, pero sí, deslizándoos por los fabulosos jardines a última hora de la tarde, o caminando por la espectacular avenida de 28 robles que unen los 400 metros de distancia entre la Casa y el Río Misisipi. Son árboles que pueden llegar a tener hasta 10 metros de circunferencia y que representan el espíritu de subsistencia de un lugar que ha visto pasar mucha historia.
Si tenéis tiempo, no dejéis de probar la comida cajún criolla. Es la típica de la zona y puede ser deliciosa a pesar de la sencillez de sus ingredientes. Se la ha considerado desde siempre como una cocina rústica, fuertemente fundamentada en los ingredientes locales y de preparación muy simple. Una auténtica comida cajún está formada por tres platos: el plato principal, otro fundamentalmente de arroz, pan de maíz u otro plato de cereal y el tercero contiene algún tipo de verdura. Es típico el gumbo, el étoufée y la jambalaya criolla.
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