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REACCIONES AL FALLECIMIENTO

Los disidentes cubanos, víctimas de represión y encarcelamiento, esperan tener más influencia tras la muerte de Fidel Castro

Desde que Fidel Castro dejó el poder en manos de su hermano Raúl la disidencia cubana ha tenido más visibilidad tanto dentro como fuera del país. Pero su influencia en el régimen sigue siendo muy pequeña. La apertura de relaciones con Estados Unidos supuso un hilo de esperanza para mejorar los derechos humanos en la isla pero, de momento, es un camino por el que se avanza con mucha lentitud.

Disidencia es igual a cárcel en Cuba. El régimen cubano acalla entre rejas las voces discordantes y se llevan a los calabozos los gritos de libertad. Así acaban la mayoría de las protestas, muy pocas, que piden sobre todo la salida de prisión de los presos políticos, aunque Raúl Castro no sepa lo que son.

Se calcula que hay un centenar de opositores encarcelados. Entre los libres, la muerte de Fidel se acoge con moderación.

Espiados, con los teléfonos pinchados, hay ejemplos valientes de lucha contra el sistema dentro de la isla. Como el de Orlando Zapata, que murió de hambre después de una larga huelga en su celda. O el de Oswaldo Payá, uno de los líderes más destacados, murió en un accidente de tráfico que para muchos fue provocado por el régimen. El periodista Guillermo Fariñas también ha ayunado largas temporadas.

Unir a las voces contrarias al castrismo, dispersas y desorganizadas es ahora uno de los objetivos. Una de las más escuchadas, la de la bloguera Yoani Sánchez, describe este señalado día el legado de Fidel como el de un país en ruinas en el que los jóvenes no pueden vivir.

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