77 millones de personas lo vieron en directo. El candidato demócrata supo ver la importancia de la imagen y el lenguaje audiovisual. Se maquilló y respondía mirando fijamente a la cámara frente a un Nixon más dejado. Kenedy ganó el debate y ganó las elecciones.
Dicen que cuando apagaron las luces del plató, la política y la televisión nunca volvieron a ser lo mismo. Era el primer debate televisado de la historia entre el republicano Richard Nixon y el senador demócrata John Fitzerald Kennedy.
Nixon era el favorito, pero cometió una cadena de errores que serían imperdonables hoy en día. Se negó a maquillarse, no se afeitó y llegó con aspecto enfermizo del hospital, donde había permanecido convalenciente unos días. Por su parte, Kennedy, consciente del poder de la imagen, sedujo a los espectadores como un auténtico galán de Hollywood. Apareció relajado, bien vestido y con un envidiable bronceado de California.
Don Hewitt, moderador del debate, explica: "Nixon estaba horrible. Las personas que siguieron el debate por la radio pensaban que había ganado él, pero las que lo vieron por televisión, daban la victoria a Kennedy".
Aquel cara a cara cambió para siempre las campañas electorales. A partir de entonces, surgieron los asesores de imagen y el marketing de campaña, para seguir haciendo real la frase de que una imagen vale más que mil palabras.