IG Nobel

Una investigación gallega que exalta la vida sexual de las anchoas gana un IG Nobel

Un estudio de la Universidad de Vigo se viraliza gracias al descubrimiento del frenesí sexual de estos peces clupeiformes.

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Este análisis comenzó en 2018 cómo un estudio sobre cómo las turbulencias afectaban a los organismos vivos, en concreto al fitoplancton que constituye la base de las redes tróficas en los océanos. Sin embargo, la sorpresa fue que los propios organismos vivos , en este caso las anchoas, eran los que generaban el fenómeno. Un cambio de perspectiva que les llevó a medir esas turbulencias que mezclan las capas de agua de forma eficiente.

"Las aguas profundas son ricas en nutrientes y las aguas de superficie son pobres ya que es donde habita la mayor parte de la vida marina que los consume, por eso es esencial que esas capas se mezclen’", explica la investigadora Esperanza Broullón.

Hasta aquí, parece que no hay nada que pueda sobresaltar al lector, pero ¿qué fue lo que llamó la atención de nuestros investigadores? "Los remolinos de agua se formaban porque las anchoas entraban en la Ría para fertilizar sus huevos y allí se volvían locas moviéndose en grandes grupos", explica Esperanza, "además, todas las noches a la misma hora, con puntualidad británic", cuenta entre risas.

Y de aquí, de una investigación "sin nada de divertido en un principio" revolucionó el panorama mediático, "el Daily Mail nos publicó con un titular en el que, cito textualmente, decían 'Los océanos de la Tierra se mueven cuando los peces tienen relaciones sexuales', y de ahí el no parar de salir en muchísimos medios".

Premio IG Nobel en Física

Un titular con chispa que acabó con la entrega del premio IG Nobel en Física, un galardón que recompensa investigaciones que, con apariencia graciosa, tienen una verdadera relevancia en el campo de la ciencia. Algo que, como nos cuenta la joven investigadora, en un primer momento no supo muy bien cómo gestionar tras tres años de dedicación "no sabía muy bien cómo tomármelo". Sin embargo, asegura que esa sensación momentánea desapareció cuando, al igual que con el estudio, cambió de perspectiva "todos esos titulares graciosos y el premio sirvieron para acercar el trabajo a un público no científico, que de otra forma no alcanzaríamos, demuestra que la ciencia también puede ser divertida", afirma.

El siguiente paso de Esperanza es finalizar su tesis doctoral y, muy a su pesar, marcharse al extranjero "es muy difícil quedarse, hay un embudo muy grande en las plazas postdoctorales porque la competitividad es muy alta para las pocas plazas que se ofertan", lamenta. Algo que, a su forma de ver, está directamente relacionado con la falta de apoyo a la investigación científica en nuestro país, "en España la investigación es buenísima pero falta financiación porque no se valora la figura del científico".

Algo que es palpable ya que, a pesar de toda la atención que están recibiendo de todo tipo de medios y países, siguen sin obtener una recompensa real, "yo sigo trabajando con un contrato temporal de unos meses, algo que en ciencia es muy común" y que deja como única salida a nuestros científicos la emigración. Para ella su sueño siempre fue la ciencia, "mi padre es patrón de pesca y recuerdo que siempre quería ir con él al mar para saber qué pasaba allí, tenía muchísima curiosidad". Un sueño que, hoy en día, como oceanógrafa ha cumplido aunque, por desgracia, va a seguir cumpliendo muy lejos del mar en el que trabajaba su padre.

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