Colocar un módulo terrestre sobre un cometa, último hito en la carrera del espacio

Colocar un módulo terreste sobre un cometa es el último hito espacial.  Algo impensable en el año 57 cuando el Sputnik se convierte en el primer aparato que orbita La Tierra.
Un mes después, los soviétivos repiten la hazaña, pero con un ser vivo a bordo: la perra Laika.

Tan solo cuatro años después, Yuri Gagarin abandona el planeta, sus ojos son los primeros en asimilar el espacio. Pero la fecha marcada en la memoria de muchos es el 20 de julio de 1969, fecha en la que el hombre pisa la Luna.

En los setenta, dos sondas llegan a otro planeta, a Marte. Las Viking eran mucho más rudimentarias que el rover Curiosity, que lleva dos años buscando, entre otras cosas, pruebas de vida extraterrestre.

Pero no solo recibimos información, sino que también la enviamos. Emitimos sonidos que viajan rumbo al centro de nuestra galaxia a bordo de la Voyaguer I, una botella perdida en mitad del espacio interestelar que nos enviará información hasta el 2025.

La estación espacial Internacional, un ejemplo de cooperación de las grandes agencias. Por este laboratorio han pasado ya más de doscientos hombres del espacio.
Es el penúltimo logro de la humanidad, empeñada en seguir ampliando sus fronteras.