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Tolerancia Cero

Patricia Fernández: "Yo era consciente de lo que pasaba en mi casa pero a lo mejor no sabía decirte esto es Violencia de Género"

La joven de 22 años ha fundado una ONG para niños que vivan la misma situación que vivió ella cuando era pequeña.

Patricia pasó un calvario cuando, durante años, fue testigo de los malos tratos de su padre a su madre. Y el calvario siguió después de la separación de sus progenitores. Se estableció un régimen de visitas y cree que ahí estuvo el primer fallo porque, sostiene, ni a ella ni a su hermano se les consideró "víctimas directas de la Violencia de Género".

"Aunque con 4 años no sepa decirte que esto es Violencia de Género, sé decirte que tengo miedo y que no quiero estar ahí”. Así empieza Patricia a relatar su historia. La historia de una chica que siendo menor de edad, vio cómo su madre sufría malos tratos por parte de su padre. “Los sentimientos que yo tenía son, sobre todo, muchísimo miedo y rechazo natural hacia lo que es una amenaza”, cuenta.

Los menores son las otras víctimas, a veces olvidadas, de la violencia de género y ella resume así lo que sufren: “Es como una estrategia del terror, tú no necesitas que él te pegue directamente para saber que hay una amenaza en tu casa. Yo por las noches no dormía nada”. Cuando tenía 6 años su madre decidió poner fin a la relación, pero el dolor continuó años después. Tanto ella como su hermano tuvieron que seguir viendo a su padre al establecerse un régimen de visitas. Cree que ahí está el primer fallo, dice, de una cadena de errores, “falló la formación de los profesionales, no había una mirada con la que tratar a estos niños y niñas”, sigue.

"Nosotros no éramos hijos, éramos un instrumento para perpetuar el daño hacia la víctima que era nuestra madre”. Así se sintió ella y aunque asegura que “todos tenemos infancia pero no a todos nos dejan tener” porque le robaron parte de la suya, Patricia tiene claro que de esta situación “se sale”. Considera que la clave parte de dos ejes fundamentales: la ayuda profesional y cortar el vínculo con el agresor.

Ahora tiene 22 años, estudia Periodismo y Comunicación Audiovisual y es feliz. Ha escrito un libro y ha fundado una ONG para ayudar a los niños que puedan estar sufriendo lo que ella ha vivido. Por eso se queda con un mensaje de esperanza que lanza directamente a todos ellos: “Vas a salir, he salido de ahí y me va bien”, concluye.