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ESMATERIA
La OMS desconoce casi 300 millones de casos de dengue
Alrededor de 390 millones de personas se infectan cada año con esta enfermedad olvidada, el triple de los que calcula la agencia sanitaria de la ONU, según un estudio. América y Asia son los continentes más afectados, aunque África también sufre una gran incidencia.
No es tan conocida como el sida o la malaria, mata menos gente que ellas y tal vez por eso se ha podido convertir en la enfermedad transmitida por un mosquito que más rápido se está expandiendo por el mundo.
Se trata del dengue, una dolencia presente en 100 países y que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) amenaza a la mitad de la población mundial. La situación puede ser incluso peor de lo que piensa la agencia sanitaria de la ONU. Un nuevo estudio estima que cada año esta enfermedad olvidada infecta a 390 millones de personas en todo el mundo, es decir, tres veces más casos de los que estimaba la OMS en sus cálculos más pesimistas (entre 50 y 100 millones).
La dolencia causa importantes epidemias en países de Asia y América Latina en las que miles de personas acuden a los hospitales cada día, saturando los sistemas sanitarios de las grandes urbes y causando un impacto económico y sanitario que aún no se ha calculado. Los nuevos datos, publicados en Nature, alertan de una enorme bolsa de nuevos casos no contabilizada hasta ahora y que sirven a la dolencia, considerada por la OMS como una enfermedad desatendida, para continuar su expansión por todo el mundo.
“Esta es la enfermedad del siglo XXI”, resume Jeremy Farrar, coautor del trabajo e investigador del Hospital de Enfermedades Tropicales de Ho Chi Minh (Vietnam). Farrar trabaja en uno de los epicentros de dengue del mundo. Su trabajo ha calculado que Asia registra el 70% de todos los casos de dengue mundial.
El otro gran foco se encuentra en América, que registra el 14% de los casos (13 millones que manifiestan síntomas cada año, según los nuevos datos) y donde el dengue ha pasado en un par de décadas de estar sólo presente en América del Sur y Central a invadir todos los países del continente excepto Canadá. “Brasil, México, Venezuela o Colombia son algunos de los países con más carga de dengue”, comenta Farrar, que resalta lo bien que ha sabido adaptarse a esta enfermedad a los nuevos entornos en los que vive el ser humano.
La enfermedad la transmite el mosquito Aedes aegypti, que anida en los depósitos de agua, las macetas, lo vertederos y muchos más rincones de las ciudades actuales. Un solo mosquito puede transmitir el dengue a varias personas en un mismo día. La enfermedad causa síntomas parecidos a la gripe que sólo llegan a amenazar la vida en el 5% de los casos. Pero la falta de tratamiento hospitalario adecuado hace que la dolencia sea la principal causa de muertes infantiles en zonas de América y Asia.
El segundo peligro es que aumente la incidencia de casos de dengue grave. “A esta enfermedad se le llama fiebre quebrantahuesos por los dolores que causa”, explica Brum. Dentro del dengue hay cuatro serotipos, o variantes del virus. Una persona puede infectarse con una, pero sigue vulnerable a las otras tres. “Hay estudios que han demostrado que existe un fenómeno de inmunoamplificación, es decir, que la gente que se contagia por segunda, tercera o cuarta vez tiene más riesgo de sufrir una variante grave con choque y hemorragias”, comenta Brum.
Enfermedad ligada a la pobreza
El dengue severo hace que los vasos sanguíneos pierdan plasma. Esto provoca que los órganos reciban menos oxígeno y se puedan producir choques que pueden matar al paciente. No hay medicamento contra el dengue, pero un tratamiento con fármacos contra la fiebre y la rehidratación con suero bastan para recuperar al enfermo. El problema es que son necesarias 48 o 72 horas de tratamiento hospitalario, lo que en situaciones de epidemias puede poner al límite los sistemas sanitarios de un país tan grande como Brasil. “En las epidemias tenemos un impacto indirecto no controlado, el sistema de salud está saturado y se produce un impacto en la mortalidad de los individuos por otras enfermedades porque hay menos camas, menos recursos y menos profesionales disponibles”, comenta Brum.
Estas epidemias son especialmente peligrosas cuando se unen a la inestabilidad política o la falta de recursos económicos. Es lo que sucedió en Honduras en 2010 tras el golpe de Estado del año anterior. “Todos los trabajos de fumigación y vigilancia contra el dengue quedaron desactivados y el país sufrió la peor epidemia de dengue en 30 años”, explica Brum, que estuvo trabajando en el país instalando centros de tratamiento de emergencia ante los casos más severos, que se registraban sobre todo entre niños y adolescentes.
El nuevo trabajo también alerta de que en África el dengue está mucho más extendido de lo que se pensaba. El trabajo calcula que en el continente se manifiestan 16 millones de infecciones al año, una cifra superior a la que registra en América. De los casi 400 millones de casos globales, unos 96 millones desarrollaron síntomas aparentes, según el trabajo.
“Tenemos la impresión de que esta enfermedad puede llegar a ser un riesgo más importante que la malaria en el futuro”, reconoce Axel Kroeger, científico experto en dengue del Programa Especial de la ONU contra las enfermedades tropicales. “Siempre sospechamos que el número total de casos era mucho más alto de lo que decían nuestras propias estimaciones”, reconoce Kroeger. De hecho la OMS ha lanzado una estrategia contra el dengue hasta 2020 en la que uno de los objetivos es evaluar el número total de casos en el mundo. “Este trabajo supone una importante contribución para ese objetivo”, opina Kroeger sobre el estudio.
Los datos no llegan en un buen momento. Mientras la enfermedad sigue en plena expansión, los resultados de la vacuna experimental más prometedora, publicados el año pasado, ofrecieron unos datos de inmunización menos potentes de lo esperado. A esto se suma el poco interés de muchos países por buscar soluciones. “Esta enfermedad es una grave preocupación para nosotros porque no recibe suficiente atención por parte de las autoridades”, reconoce Kroeger. “Además los países o instituciones donantes a menudo se olvidan del dengue y dedican la mayoría de los fondos a la malaria, la tuberculosis y el sida”, añade.
Otra razón es que muchos impactos de la enfermedad son aún invisibles. Nadie sabe exactamente cuántas pérdidas económicas y sanitarias ocasiona el dengue ni qué impacto real tiene en la salud de las personas de los países afectados por esas causas indirectas que explicaba Brum sobre Brasil. De hecho, el equipo de Farrar está realizando ahora esos cálculos. “Estamos contando los casos de infectados que sufren sólo síntomas moderados pero que por ejemplo hacen perder días de trabajo”, señala. “Eso tiene un coste económico y nuestros datos permitirán que los políticos puedan apreciarlos y tomen decisiones al respecto”, concluye Farrar.
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