La primera radiografía de la historia se produjo de forma accidental en el laboratorio de un científico cuando su mujer, la célebre Berta, pasó la mano por una placa en la que se proyectaban rayos. Ocurrió hace ya 115 años y desde entonces este método ha evolucionado de forma espectacular. Lo hemos visto en una de las unidades de radiografía más avanzadas de España, en el hospital madrileño de San Carlos.

El descubrimiento fue de tal magnitud que la especialidad se fue desarrollando a gran velocidad. Al principio, sin ninguna protección. Por eso, decenas de médicos -tal y como explica Juan Arrazola, el jefe de servicio de diagnóstico del hospital Clínico San Carlos- morían de leucemia porque recibían dosis de radiación muy elevadas. Hoy, hay muchas medidas de control. Por ejemplo, los dosímetros, que marcan la dosis que reciben los que trabajan en estas zonas.

Se avanza en protección y también en especialización. Se pasa de la imagen plana al 3-D. Una resolución excelente en décimas de segundo, captando órganos en movimiento. Y ya no son sólo imágenes de huesos, también de tejidos blandos, que ayudan a detectar neumonías o tumores.

Las salas de radiología son ahora auténticos quirófanos en los que se a la vez que se toma una imagen se puede también operar, y a veces las intervenciones son muy complejas. Es la realidad de una especialidad médica cuyo futuro es tan impredecible como prometedor.