Concierto del guitarrista estadounidense Bill Frisell.

Publicidad

POLIDEPORTIVO DE MENDIZORROZA | JAZZ HASTA EL 20 DE JULIO

Bill Frisell pone en la escena del festival de Vitoria su sonido cien por cien americano

El segundo concierto del Festival de Jazz de Vitoria lo ha protagonizado Bill Frisell con su sonido norteamericano. Un cuarteto de cuerda al que se suman guitarra y batería que ha destilado blues, rock and roll y pop. Frisell ha llevado al polideportivo de Mendizorroza al cuarteto de cuerda 858.

Bill Frisell y su grupo han desplegado en Vitoria, en el segundo concierto del Festival de Jazz, un impecable sonido, cien por cien norteamericano, en contraste con un Ibrahim Maalouf de influencias más globales. Las texturas que propone este cuarteto de cuerda, al que se suma la guitarra de Bill Frisell y la batería de Clarence Penn, han rebosado el recinto, al tiempo que en cierto modo lo vaciaban por su aparente frialdad.

Y es que en realidad la frialdad ha sido solo aparente, ya que han destilado blues, rock and roll y pop. Es un dilema que se presenta a menudo con la música, sobre todo si es instrumental, cuando requiere un esfuerzo de comprensión por parte del público. Quizá por eso el aforo fue superior al del primer concierto, en la jornada inaugural dedicada al gospel. Frisell ha traído al polideportivo de Mendizorroza al cuarteto de cuerda 858.

Los mismos con los que en 2005 grabó "Richter 858" y en 2011 "Sign of Life", un disco atmosférico, definible como jazz entre otras posibles denominaciones que lo describirían igualmente. Es uno de los pocos guitarristas de jazz que ha conseguido un sonido propio, gracias a una combinación de factores. Quizá le ha ayudado su pasado como clarinetista, pero en sus comienzos con la guitarra descubrió que el uso de un mástil ligeramente flexible le permitía modificar a voluntad la entonación del instrumento.

Si a ello se añade su afición a todo tipo de estilos (folk, pop, clásico o electrónico por ejemplo) y su intenso contacto con músicos muy diversos a lo largo de su vida, desde Ginger Baker a John Thorn, de Elvis Costello a Jan Garbarek, es fácil de entender por qué desde los primeros ochenta se convirtió en el guitarrista más prominente del sello ECM. El público había empezado a sentir la atmósfera jazzera ya en la primera parte de la velada, protagonizada por el músico libanés afincado en Francia Ibrahim Maalouf y su grupo. Su música mezcla el jazz clásico con influencias de otros estilos como pop, soul o la música original del Líbano.

En formación de quinteto, con Mark Turner al saxo, Frank Woeste al piano, Larry Grenadier al contrabajo y Clarence Penn a la batería, han ofrecido un concierto que, con sentido del humor, ha interpretado un jazz de influencias europeas y clásicas. Incluso en los momentos de mayor intensidad durante el desarrollo de los temas afloraban esas influencias. El resultado es una música emotiva y sugerente que juega con los silencios tanto como con la rítmica.

Al dirigirse al público, puede mencionar a René Clair y Juliette Gréco, a Louis Malle y Serge Gainsbourg, en un viaje numérico que le lleva a "Ascenseur pour l'échafaud" ("Ascensor para el cadalso") y a Maurice André, a la fecha de nacimiento de su madre y a "El Baile de la Javanesa". Una gran noche de nuevo, que ha precedido a la que estará dedicada mañana a Universal Music, con Jacky Terrasson y Melody Gardot.

Publicidad