NO PASA DE MODA
Las Chicas Gilmore, el mayor 'comfort show', cumple 25 años en plena forma: Por qué es tan especial
A pesar de que hayan pasado 25 años de su estreno, y 18 desde su final, Las chicas Gilmore no se ha quedado anticuada. De hecho, sigue siendo una serie perfecta para sentirse calentito.

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Este fin de semana, la serie Las chicas Gilmore cumplió 25 años desde su estreno. Días antes, en la noche de los Emmy, sus fans pudieron empezar la celebración con una reunión de sus protagonistas, Lauren Graham y Alexis Bledel, sobre el escenario donde se recreaba el porche de su casa. Estaban allí para entregar el premio a Mejor guion de comedia de este año, pero aprovecharon la oportunidad para recordar su serie.
"Hace veinticinco años, se estrenó una serie titulada Las chicas Gilmore y, al parecer, tomó como rehén a la temporada de otoño", bromeaba Graham. Hacía referencia a un fenómeno que envuelve a la serie todavía hoy (o, quizás, hoy más que nunca): se considera la serie perfecta para ver en otoño por su caracter confortable y su atmósfera de pueblecito pequeño con el suelo cubierto de hojas de colores rojizos y ocre, y donde los personajes se reúnen a tomar grandes tazas de café. Las chicas Gilmore es el equivalente en serie a tomarse un chocolate caliente bajo la manta en un día frío de otoño.
"A pesar de nuestro dominio otoñal, fue, en realidad, una serie muy pequeña", decía Bledel en los Emmy, a lo que su compañera añadía: "Lo que significa que no teníamos dinero". Estaban de broma y no. Las chicas Gilmore es una de esas series que funcionaban suficientemente bien en audiencias para seguir adelante, pero sin números espectaculares, y que tenía mucho menos presupuesto que otras de la época como Urgencias o Friends. Ha sido el paso del tiempo lo que la ha colocado como una serie de referencia muy querida y recordada.

Para quien no la conozca, os ponemos al día. Las chicas Gilmore fue una serie creada por Amy Sherman-Palladino, autora también de La maravillosa señora Maisel, y trata sobre todo la relación madre-hija, la de Lorelai (Lauren Graham) y Rory (Alexis Bledel), que viven en la ciudad ficticia de Stars Hollow en Connecticut. La trama arranca cuando Lorelai, que es madre soltera, tiene que pedirle dinero a sus padres, con los que en ese momento no tiene mucha relación, para pagar un colegio para Rory bastante prestigioso que le puede abrir las puertas de Harvard, que es el sueño de la adolescente (aunque finalmente elegirá Yale). Sus padres acceden con una condición, que vuelvan a tener relación.
Así, la serie comienza con las tres generaciones conectando de nuevo, algo que supone un conflicto que se seguirá explotando en adelante: gente de distinta clase social y diferentes puntos de vista, conviviendo, compartiendo, a veces discutiendo, pero formando parte de una misma comunidad. Eso, junto con la calidez general del tono, los diálogos rápidos y las referencias a la cultura pop, además de una mirada feminista, son los pilares de Las chicas Gilmore. Y, por supuesto, no faltan también las tramas amorosas, pues tanto Lorelai como Rory tienen varias relaciones a lo largo de la serie.
El germen de Las chicas Gilmore nació, según recordaba hace unos días su creadora en una entrevista con The Hollywood Reporter, en un pitch en Warner Bros. donde presentó varias ideas que no interesaron. "Como último recurso, les dije: Tengo una especie de relación madre-hija, pero que son más amigas que madre-hija". Y eso les gustó. Después, Amy y su marido Dan, también productor, hicieron un viaje a Hartford, en Connecticut, para visitar la casa de Mark Twain en busca de inspiración. Y allí dieron con la chispa para crear Stars Hollow.

"Nos alojamos en una posada llamada Mayflower Inn", rememora, "Era un octubre bucólico y precioso, las hojas estaban cambiando de color y había carteles anunciando huertos de calabazas y paseos en carro de heno. Y pensé: ¿Qué demonios? Vengo de California. Allí no hay huertos de calabazas ni paseos en carro de heno". Y con eso en mente, Sherman-Palladino escribió un guion con una extensión del doble de páginas de lo que suele ser lo común, buscando así esa rapidez que tiene la serie.
Pero la serie no solo capturaba esa esencia confortable al pintar un pueblo pintoresco y eternamente otoñal con elementos puramente decorativos, también había algo en su conciencia política. Y no, no era una serie descaradamente discursiva ni partidista, pero sí deslizaba un enfoque más o menos progresista -no en vano, los estados donde están las universidades de la Ivy League son tradicionalmente demócratas-, donde el civismo, la tolerancia y el ayudar al prójimo eran valores esenciales.
También, en el contexto norteamericano donde las ciudades no están pensadas para caminarlas sino para ir en coche a todos sitios, idear un pueblo lleno de pequeños comercios (restaurantes bonitos, panaderías, floristerías, salas recreativos o librerías) se convierte en algo de ensueño. Quizás no realista, pero sí aspiracional.
Lo curioso de Las chicas Gilmore es que no solo ha perdurado en el imaginario de los millennials que la vieron hace décadas, sino que ha llegado a las siguientes generaciones gracias al streaming. En EEUU, la serie se incluyó en Netflix en 2014 y su éxito fue tal que dos años después hicieron una continuación, Las 4 estaciones de las chicas Gilmore, que sigue a las protagonistas nueve años después del final de la serie original.
Este segundo fenómeno se debió a lo que hemos contado: que es una serie cálida en la que apetece estar, pero también que continúa siendo ingeniosa e inteligente en sus diálogos y que no ha caducado en sus temas y su mirada sobre el mundo. Si entras en su mundo, tienes 153 episodios por delante donde sentirte a gusto. Toda una joya.
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