RELACIONES
Técnicas recomendadas por una psicóloga para dejar de estar siempre discutiendo con tu pareja
Lejos de lo que se puede pensar, discutir no significa nada malo. Lo verdaderamente problemático es que las discusiones sean constantes, repetitivas o intensas. Te dejo técnicas utilizadas en terapia para evitar que las discusiones pongan en juego tu relación de pareja.

Publicidad
Si discutes con tu pareja, no significa que tu relación sea mala. Todas las relaciones sanas incluyen diferencias y, por tanto, momentos de tensión y puntos de vista opuestos. El problema aparece cuando las discusiones se vuelven constantes, repetitivas o cada vez más intensas porque se entra en un bucle que desgasta y genera un gran distanciamiento. Muchas parejas se identifican con eso de "discutir por todo y por tonterías".
El problema no suele ser lo que se discute, sino cómo se discute. Las palabras que usamos, el tono, los silencios o la forma de reaccionar pueden activar al otro y hacernos sentir atacados, aunque no haya intención de herir. Aprender nuevas formas de comunicarse no solo reduce los conflictos, sino que fortalece la conexión y la confianza mutua.
A continuación, se describen distintas técnicas psicológicas y de comunicación para mejorar el tono de las discusiones.

Cambia el objetivo en una discusión: de ganar a entender
Cuando una discusión se convierte en una batalla por tener razón, ambos pierden. El propósito no debería ser convencer al otro, sino entender qué hay detrás de lo que cada uno siente. Sobre todo, es importante visualizar que ganar la discusión no es tener la razón, sino llegar a buen puerto remando juntos hacia el mismo sitio.
Por ejemplo, si uno dice "nunca me escuchas", puede estar expresando una necesidad de atención o cercanía. Si respondemos a la defensiva ("eso no es verdad" y damos ejemplos de todas las veces que ha sido el otro el que no nos ha escuchado y nosotros sí), la conversación se bloquea. En cambio, si respondemos con curiosidad ("¿En qué momento sentiste que no te escuché?"), abrimos espacio al diálogo real.
De la misma forma, es importante que si vamos a expresar una necesidad sustituyamos el "Tú haces" por "Yo siento". Por ejemplo: en vez de "Siempre llegas tarde", es mucho mejor decir algo como: "Cuando llegas más tarde de lo que habíamos quedado, me siento poco tenida en cuenta".
Este cambio de lenguaje reduce la defensividad y favorece la empatía. La técnica XYZ nos ayudará a expresarnos: "cuando dices/haces X, yo me siento Y, y lo que me gustaría es Z".
Aprende a detenerte antes de explotar
Las discusiones más dañinas ocurren cuando uno o ambos están activados emocionalmente. Es lo que llamamos "estar fuera de la ventana de tolerancia". En ese momento, el sistema nervioso reacciona como si hubiera un peligro real: sube la tensión, el corazón late rápido y la parte racional del cerebro va perdiendo fuerza.
Para evitar que esto ocurra, se recomienda establecer con la pareja un "acuerdo de pausa". Cuando uno sienta que la conversación se calienta, puede decir una frase clave como "Necesito un momento" o "Dame cinco minutos" o una palabra clave para los dos. Ambos deben respetarla sin interpretarla como un rechazo.
Durante esa pausa, es importante respirar, salir a dar un paseo o escribir lo que se siente. No se trata de evitar la conversación, sino de retomarla cuando ambas partes están más relajadas.

No mezcles todos los temas a la vez
Una de las trampas más comunes es acumular conflictos: lo que empieza siendo una conversación sobre quién hace más tareas acaba mezclando temas del pasado o reproches antiguos. Esto genera sensación de injusticia ("ya estamos otra vez con lo mismo") y hace imposible llegar a acuerdos.
Es muy importante tratar a cada conflicto como un tema nuevo y diferente al anterior. Si estás hablando de las tareas domésticas, debemos centrarnos solo en eso. Si aparece otro tema ("Y, además, el otro día dijiste…"), anótalo mentalmente o en una nota del móvil y retomadlo en otro momento. Resolver un asunto a la vez es más productivo que intentar solucionar toda la relación en una noche.
Repara después de la tormenta
La clave de las relaciones estables no está en no discutir, sino en saber reparar después del conflicto. Una disculpa, un gesto de cariño o simplemente reconocer el malestar del otro pueden tener un efecto muy poderoso.
Es importante que después de una discusión, intentemos acercarnos sin volver a reabrir el tema. Puede ser un mensaje cariñoso, un abrazo o una frase como: "Siento que termináramos así. Te quiero y me gustaría que estuviéramos bien".
La reparación no borra el conflicto, pero recuerda a ambos que la conexión emocional está por encima del orgullo.
Detecta los patrones que se repiten
Si discutís siempre por lo mismo (por ejemplo: celos, desorden, falta de tiempo, familia política...), probablemente haya una emoción o necesidad más profunda detrás.
A veces, el verdadero conflicto no está en la situación concreta, sino en lo que simboliza: sentirse poco valorado, temer perder al otro o necesitar más autonomía. Puede que realmente haya que trabajar solo con ese tema.
Para ayudarnos, cuando aparece el enfado podemos preguntarnos interiormente: "¿Qué necesidad no se está cubriendo aquí?". Por ejemplo, detrás de una queja de "Nunca me dices nada bonito" puede haber una necesidad de seguridad afectiva. Detrás de "Siempre estás pendiente del móvil" puede esconderse la necesidad de conexión.
Cuando comprendemos el motivo emocional que hay debajo, la conversación cambia por completo: deja de ser un reproche y se convierte en una petición.

Pide ayuda si estáis atrapados en el bucle
Si las discusiones son cada vez más frecuentes, hirientes o afectan a vuestro bienestar, puede ser muy útil acudir a terapia de pareja. Un profesional ayuda a detectar los patrones de comunicación, a gestionar las emociones y a construir nuevas formas de vínculo más seguras y respetuosas.
Más Noticias
Pedir ayuda no es un fracaso: es una forma de compromiso con la relación y con el propio bienestar emocional.
Publicidad