VIOLENCIA Y DISCRIMINACIÓN

¿Qué es la gordofobia exactamente?

Este sesgo inconsciente supone uno de los tipos de violencia más normalizados socialmente y daña gravemente tanto la salud física como psicológica de quienes lo sufren.

Mujer preparada para practicar yoga

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La gordofobia es un conjunto de conductas discriminatorias de odio, rechazo y violencia hacia las personas con cuerpos gordos basadas en un sesgo mayoritariamente no consciente.

Este sesgo incluye la aprobación de estereotipos negativos de las personas con cuerpos gordos, como por ejemplo que son personas vagas, mentalmente débiles, que carecen de la mal llamada "fuerza de voluntad", que no se preocupan por su salud y que pasan de todo, que comen mucha cantidad de comida o que comen con mucha frecuencia ciertos alimentos (comida rápida, bollería y dulces…), que no son personas físicamente activas …

La excusa de la salud como argumento para adelgazar

Algunos estudios muestran que la discriminación por peso puede ser más frecuente incluso que la discriminación racial.

En cualquier caso, de todos los tipos de violencia es la más normalizada, ya que se legitima bajo una justificación sanitaria: "lo digo por tu salud".

Las personas influyentes que muestran este tipo de actitudes, ya provengan de la clase política, de profesionales de la salud, familiares, profesorado, líderes empresariales o celebridades son las que más daño provocan.

Es fundamental trabajar en hacer este sesgo algo consciente para que cada uno se responsabilice de los comportamientos que genera.

Es probable que las actitudes sociales cambien más rápido cuando las personas con más poder, que son además un referente para la sociedad, se hagan cargo de las consecuencias negativas de su comportamiento degradante.

Consecuencias de la gordofobia

Las evidencias científicas nos muestran que la gordofobia daña tanto la salud física como psicológica, desencadenando cambios a nivel fisiológico y conductual que se relacionan con una peor salud metabólica, con un mayor aumento de peso e incluso con un 60% de aumento del riesgo de mortalidad (independientemente del peso), así como 2,5 veces más probabilidades de sufrir trastornos psicológicos como ansiedad o depresión, entre otros.

Lo ideal es que profesionales de la salud promuevan la erradicación de comportamientos gordofóbicos.

Gordofobia, normalizada en el sistema sanitario

Sin embargo, nos encontramos ante un grave problema: la gordofobia está tremendamente normalizada por parte de la comunidad sanitaria.

Se observan altos niveles de sesgo incluso entre profesionales de la salud que son, en teoría, especialistas en problemas asociados al peso. La proporción de sesgos explícitos ha aumentado en los últimos años, sintiendo menos respeto por pacientes con cuerpos más gordos, teniendo más propensión a referirse a esas personas como una "pérdida de tiempo" y por ello dedicarles menos tiempo de atención en consulta, por ejemplo.

También está empeorando la comunicación, al presumir de antemano cómo es la persona o cómo se comporta, lo que genera una actitud defensiva y de poca confianza, que genera una baja adherencia a los tratamientos.

A veces incluso se les niega la realización de pruebas hasta que adelgacen o se dictan diagnósticos sin hacer siquiera una mínima exploración física, en base solo a la apariencia puesto que se juzga y se piensa "eso te pasa por tu peso".

Es decir, presumiendo que son culpables de sus padecimientos (prejuicio limitantes base de los sesgos gordofóbicos) y que por ello no merecen un trato digno (creencia base de los comportamientos violentos).

¿Cómo transmitir mensajes de salud no gordofóbicos?

En definitiva, los enfoques de salud pública para promover la salud deben dejar de culpar y avergonzar tanto de forma implícita como explícita a la hora de transmitir sus recomendaciones, ya que los mensajes de salud pública se dirigen no solo al colectivo al que se destina el mensaje, sino también a la sociedad en general.

Los mensajes que directamente o indirectamente avergüenzan a las personas con cuerpos gordos son un caldo de cultivo que normalizan la discriminación.

Los mensajes de salud pública pueden y deben alentar comportamientos saludables sin hacer alusión al peso, enfatizando que los hábitos de vida que puedan ser modificables mejorarían la salud para todas las personas que los lleven a cabo.

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