DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN

¿Cómo podemos no transmitir nuestra insatisfacción corporal a nuestros hijos?

Es importante conocer cómo se transmite esta insatisfacción corporal de grandes a pequeños para entender el origen del problema y encontrar herramientas que te permitan mejorar y trabajar en ello. Lo principal es saber que no es culpa de las madres, bastante cargada tienes ya tu mochila para creer eso.

Madre e hijos

Madre e hijosPexels

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En la actual sociedad en la que vivimos, la educación que recibimos desde muy pequeños moldea nuestro cuerpo y lo ajusta a las exigencias y normas del entorno. Sobre todo, este tipo de exigencias y normativas tienen mucha importancia durante la edad escolar, cuando la preocupación por la imagen corporal comienza a coger peso, ya que se asocia a la popularidad, al éxito o, incluso, a la inteligencia. Un fenómeno que aparece especialmente en las mujeres, quienes relacionan su mejor versión con la apariencia externa y su transcendencia social.

Esta situación, entre la población adolescente, implica una mayor vulnerabilidad a causa de que su identidad propia se encuentra en un proceso de construcción y que, en ese momento, la persona se está conociendo así misma. De esta manera, sin criterios, valores y principios propios, es complicado escapar de la presión de los ideales estéticos impuestos.

Una de las claves en la aceptación, satisfacción corporal y la relación con la comida, son las prácticas alimentarias de los padres. En especial de la madre. Los hijos aprenden y crecen imitando valores, actitudes y preocupaciones, pero también la percepción de su imagen y peso. Un factor que puede ser de riesgo y desarrollar trastornos en su satisfacción corporal.

La madre, figura fundamental

La madre es el modelador principal de conductas, hábitos y actitudes relacionadas con la alimentación y la satisfacción corporal. Es la principal figura que está durante la etapa preescolar, donde se desarrollan principalmente los modos de alimentación, las preferencias y los rechazos que pueden prevalecer hasta la vida adulta. En esta línea, según los expertos McCabe y Ricciardelli, estas actitudes de la figura materna comunicaban un mensaje negativo sobre la pérdida de peso, las dietas y el ejercicio. De esta manera, se fomentaba una insatisfacción corporal hacia el hijo o hija.

Esto ocurre debido a que las mujeres están expuestas a mucha presión estética dentro de nuestra sociedad. Hay una idea social de que la valía femenina se valora en si su cuerpo es delgado o no. Por esta razón, las madres, en busca de que sus hijas no sufran este mismo rechazo, les transmiten la importancia de las dietas, la pérdida de peso, el ejercicio y, sobre todo, encajar en los estándares sociales. Al final, se trata de una herida propia que las madres intentan que sus propias hijas no experimenten.

Sin embargo, aun sus buenas intenciones, estos comportamientos que buscan la protección del hijo pueden hacer mucho daño. Pero, ¿De qué formas podemos transmitir esta insatisfacción? Y es que debemos ser conscientes de cómo se transmite para evitar estas situaciones. Y, sobre todo, en esta línea, ¿cómo evitamos transmitir esta insatisfacción corporal?

No es culpa de las madres

Por encima de todo debemos de tener en cuenta que no se trata de culpar a las madres. Bastante peso carga sobre sus espaldas una madre, como para responsabilizarla de este tipo de situaciones. Sin embargo, si eres madre o tienes intención de serlo, debemos tener en cuenta que tenemos que empezar a sanar nuestras heridas, no solo para ser más felices, sino para evitar transmitir estas dudas y miedos a nuestros hijos e hijas.

De este modo, debemos evitar ciertas conductas muy habituales en nuestro día a día. De forma directa, no deberíamos animar a nuestros hijos a perder peso y mucho menos no podemos criticar el cuerpo de la criatura.

Pero esta insatisfacción también puede ser transmitida de forma indirecta, por lo que debemos intentar no expresar descontento con nuestro propio cuerpo. Además, lo ideal es no permitir que los niños vean actitudes como la restricción de comida y las constantes dietas que nos pasamos la vida haciendo. Y por último, aunque tiene un componente educacional, no debemos despreciar, criticar o valorar a las personas gordas.

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