DESCUBRIMIENTOS
Amores de verano: Cómo acompañar a nuestros hijos cuando se enamoran
El verano suele traer experiencias nuevas para todos, también para nuestros hijos. En los campamentos, colonias o casales a menudo surgen nuevas emociones y sentimientos entre los jóvenes: en verano muchas veces se vive el primer amor.

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Julio y agosto siempre traen algo distinto… No es solo el calor que parece colarse por cada rendija de la casa, sino también la intensidad con la que los adolescentes lo viven todo. Muchas veces el verano trae experiencias nuevas y nuevos sentimientos, como el del primer amor. Quizá sea en el pueblo de veraneo, en los campamentos o en aquella semana en la playa... Llega el primer amor y todo lo desordena.
Se trata de un sentimiento que puede sentirse tan dulce como abrumador, tanto para ellos como para nosotros, sus padres, que nos toca acompañar algo nuevo para nosotros: el amor de nuestros hijos por personas desconocidas.
La neurociencia tiene algo que decirnos en este tema: el cerebro de nuestros hijos adolescentes, especialmente la corteza prefrontal, la que ayuda a reflexionar antes de actuar está todavía en construcción. Es decir, su manera de vivir el amor es auténtica, intensa y a ratos, un poco impulsiva. Pero eso no la hace menos válida.

Tres ideas para acompañar a nuestros hijos en su primer amor
Si estás en ese momento de tu vida en el que tus hijos ya son adolescentes, estos consejos te pueden ayudar a acompañar bien este momento vital. Porque aunque parezca una simple anécdota de verano, tiene mucho de aprendizaje profundo.
- Un amor de verano no es un juego, aunque dure poco
A veces tendemos a decir: "Bah, es un amor de verano, se le pasará en septiembre" Y quizá sí, pero para ellos, esa emoción es inmensa. Su sistema límbico (la parte del cerebro que regula las emociones) está especialmente activo en la adolescencia. Por eso, todo parece más grande, más urgente, más definitivo.
Minimizar lo que sienten puede romper algo importante, la confianza que necesitan para contarte lo que viven. En vez de soltar frases de alivio como "todo pasa, ya encontrarás otra persona mejor", puede ayudar algo tan sencillo como "entiendo que te importe tanto… cuenta conmigo para hablar de ello".
Ese permiso para sentir sin ridiculizarles, ya es un regalo.
- Control y conexión no son lo mismo
Aquí es donde muchas veces nos enredamos. Porque claro, nos preocupa que salga, que llegue tarde, que no sepa poner límites… pero también, intentamos ser conscientes de que si nos pasamos en el control, la puerta se cierra.
La adolescencia es un baile raro entre autonomía y supervisión. Y no siempre acertamos. Puedes poner horarios, preguntar con quién está o asegurarte de que haya un adulto cerca, pero todo cambia cuando en vez de interrogar, mostramos una curiosidad real. Si intuyes que tu hijo o hija siente algo por una persona, puedes empezar tú la conversación con preguntas que os acerquen, no para controlar, sino para conectar: "¿Qué te gusta de esa persona? ¿Te sientes cómoda cuando estáis juntos?"

- Mentalízate de que es posible que les rompan el corazón
Muchos padres viven con el temor constante de que a sus hijos les rompan el corazón. Pero es mejor interiorizar que sí, es posible que pase pero que es mejor que vivan esas emociones con apoyo, a que no vivan nada por miedo.
En el cerebro adolescente, cada experiencia emocional (también las rupturas) fortalecen conexiones neuronales que después ayudarán a gestionar relaciones adultas. Lo que ahora parece drama puede ser, en realidad, una base de aprendizaje valiosa.
Así que si un día llegan con lágrimas en los ojos, quizá no necesiten consejos inmediatos. Solo un rato de silencio compartido y un recordatorio sencillo: "Esto duele porque fue importante para ti, y aquí estoy para acompañarte"
Acompañar no es protegerlos de todo, sino estar cerca mientras aprenden a sostenerse por dentro. Porque más allá del verano y de sus amores intensos, lo que verdaderamente les queda es saber que estamos ahí, sin juicio y con paciencia.
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