Cada persona reacciona de una manera diferente a la misma comida
¿Te parece el tomate un alimento sano? Ojo, hay personas a las que les sienta fatal
¿Te sienta fatal el pan y a tu vecino le va de cine?, ¿tu cuerpo reacciona bien a un vaso de vino y tu primo lo tiene prohibidísimo? Todo tiene respuesta: la revista Cell acaba de concluir que cada persona es un mundo y que lo que a ti no te engorda, a otro le pone lorzas a lo loco.
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Si eres aficionado a seguir dietas, de las llamadas "universales", te sonará esto. De repente, alguien te pasa un régimen impreso en una hoja, contándote que le ha ido de cine y tú, tras un par de semanas siguiéndolo al pie de la letra, descubres que no solo no has perdido un gramo, sino que además estás más fondón. ¿Brujería? No.
Resulta que un grupo de investigadores israelíes acaba de publicar un estudio en la revista Cell, explicando que cada cuerpo es un mundo y que la reacción de cada individuo a una comida no es la misma que tiene otro. Eso explica por qué la dieta Atkins le va bien a tu amiga y por qué a ti no te funciona ni a tiros.
Eran Segal y Eran Elinav, del Instituto Científico Weizmann, se centran en un indicador en concreto: el índice glucémico de un alimento, un indicador que mide cómo determinadas comidas impactan sobre el nivel de azúcar en nuestra sangre. Hasta ahora, se creía que era un número fijo, pero resulta que no, que depende de cada individuo.
Los investigadores reclutaron a 800 personas con edades comprendidas entre 18 y 70 años de las que recabaron datos sobre su salud, sus hábitos e información de cómo reaccionaban ante diferentes comidas.
Por ejemplo, se les ofreció pan para desayunar y pudieron comprobar cómo, mientras un individuo apenas registraba cambio en su azúcar en sangre, a otro se le disparaba. Aquí comprobaron una de las primeras evidencias curiosas: si se añadía grasa (en forma de mantequilla) al pan, muchos de los estudiados no experimentaban ningún cambio en su sangre.
Otro caso significativo es el de una mujer de mediana edad que había fracasado con numerosas dietas. Los tests demostraron que sus niveles de azúcar en sangre se ponían por las nubes con los tomates. Es decir, que no le iban nada bien pese a que en todas las dietas se los habían incluido por activa y por pasiva.
Para tratar de entender esas diferencias, se llevaron a cabo análisis que evidencian que hay relación entre la flora intestinal y la obesidad, la intolerancia a la glucosa y la diabetes. Más allá de esta conclusión, lo que parece evidente es que las dietas universales como la del Paleolítico, la de la Zona u otras similares no tienen sentido, ya que funcionarán en algunas personas pero no en otras. "En el caso de la mujer a la que no le iban bien los tomates, una dieta personalizada se los hubiera desaconsejado, pero también es cierto que quizá le hubieran recomendado alimentos que no tienen la consideración de saludables", explica Eran Elinav. Y es que cada persona es un mundo.
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