Galería de los horrores
Esta boda es un desastre: las 10 peores cosas que pueden pasar en un banquete
El día más feliz de la vida de los novios se puede convertir en la mayor pesadilla de un foodie. Ojito, porque estos 10 errores/horrores pueden convertir una boda en un infiernito.
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Antes ibamos a una boda y todo bien. Nos salíamos por un día de la clásica comida de nuestra casa y flipábamos con el cóctel de gambas o el lechazo. pero, demonios, eso era antes. Ahora somos todos muy foodies y acudimos a cada banquete de bodas como si fuéramos el jurado de Top Chef. Y, claro, somos exigentes. Ojo, que llevamos razón: os contamos algunos de los peores fallos que un ser humano se puede encontrar en un bodorrio.
Fritanga de bar en el cóctel. Desde hace unos años, es tendencia reducir el tiempo del banquete para dárselo al cóctel, pero, ojo, no todo vale. El truco de quitar el plato de mariscos y poner, en lugar, unos calamares a la romana y unas empanadillas de atún no cuela, ¿eh?
Nada de bote, por favor. Canta mucho, sobre todo en las ensaladas. Aparecen esas hojas de lechuga envasada, ese maíz dulce de bote, esa zanahoria rallada de frasco... Lo mismo pasa con las salsas y los aliños. ¡Que todos sabemos a que sabe la salsa de tomate del súper!
El pescado y la carne, con la misma salsa. Ojo, que las salsas de color marroncito claro las carga el diablo. Hemos estado en bodas, lo juramos, donde la polivalencia de estas salsicas fue tal que acompañó tanto al redondo de ternera como a la merluza. Tremendo.
Que no haya resopón. Cuando los novios lo dan todo en el banquete y no reservan ni un pelín de presupuesto para el resopón de madrugada, se nota. Y mucho. En lugar de sacar un picoteo frío o unas paellitas, acaban ofreciendo al respetable frutos secos y poco más. Cuuuutre.
Pescado en Huesca y lechazo en Tenerife, NO. Vamos a ser razonables. Si vas a una boda gallega, esperas que te pongan marisco. Si estás en Burgos, paletilla de cordero. Y esto es lo que debería ser normal. Vale que la cocina se ha globalizado, pero servir merluza en una boda albaceteña no es lo suyo, no...
Una tarta de merengue. El colmo del viejunismo. La tarta de pisos a base de merengue está más vista que el tebeo y ya no se lleva, claro que no. Ahora se apuesta por minipastelitos menos estomagantes. Y no, tampoco hace falta el numerito de los novios cortando la tarta con una espada de acero toledano.
Demasiada cantidad. Quedarse demasiado corto en una boda es un peligro, pero pasarse por exceso también. El espectáculo de devolver a la cocina, intactos, todos los platos de carne es, digámoslo ya, tristoncio. Y, además, es indicativo de que el postre tampoco lo tocará nadie.
Corazoncitos congelados. Ay, madre. Es un canteo cuando estás dándole a ese besugo y, de repente, notas un frío polar en la boca, indicativo de que esa pieza, fresca, fresca, no es precisamente. Es mejor quitar un plato antes que dar uno baratuco y malo...
¡Garrafón! Es mejor ofrecer buena bebida durante un ratito corto que contratar una barra libre de dudosa calidad. Si se da garrafón, al día siguiente los invitados se acordarán no solo de los novios sino de toda su familia, de sus antepasados, etc.
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