NO HACE FALTA QUE RESPONDAS
¿Te comerías un feto de pato (cocinado en su huevo) acompañado de un vino fermentado en ratones?
Pues ahora si quieres, puedes: en Suecia acaba de abrir sus puertas un museo dedicado a las comidas más horrendas que jamás pudiste imaginar. The Disgusting Food Museum aglutina 80 manjares que se consumen en todo el mundo. ¿Hace una visita?
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De los platos más nauseabundos que he probado tengo en mi palmarés las empanadillas de sesos que mi madre solía preparar siendo yo adolescente, aunque debo reconocer que nada supera al durian, un fruto que probé en un viaje a Singapur y que olía como las alcantarillas y sabía como tal. Y es que, quien más quien menos, tiene en su haber experiencias gastronómicas que están en los altares de lo horroroso. A ti también te ha pasado y ahora, si eres curioso/a y te pica el gusanillo de conocer más comidas vamos a decirlo suave, “un poquito nauseabundas”, puedes hacerlo en este museo que acaba de abrir sus puertas en Malmö (Suecia). Su nombre desde luego, no engaña: Disgusting Food Museum. ¡Arghhh!
Porque tú te crees que tu trabajo es duro, pero imagina el de Samuel West, miembro del equipo del museo y cuyo cargo es Chief Disgustologist: o sea, que se pasa todo el día degustando este tipo de “manjares”. Y pensabas que lo tuyo era duro…
En esta curiosa pinacoteca que abrió sus puertas a finales de octubre se pueden descubrir 80 comidas “peculiares”, porque no solo de pan vive el hombre: casu marzu (queso con gusanos de Cerdeña); hákarl (carne de tiburón islandés); los apestosos frutos durian, cabezas de conejo con especias; su callu sardu (un queso de cabra que dicen que sabe a mezcla de amoníaco y gasolina); kale pache (cabeza y pies de cordero, una delicia típica de Irán); pene de toro; vino fermentado en ratones…
Y cuidado, porque muchas de estas delicatessen se comen en muchos sitios: por ejemplo, el pene de toro (del que ya hablamos en su día), se consume en China y en Bolivia y según San Google, también, en algún restaurante de Valladolid. Porque no todo va a ser rabo de toro, ¿verdad?
El museo danés no deja de ser una experiencia interesante, porque lo que a unos les puede resultar estomagante a otros les puede gustar (ya saben, lo de los gustos y colores). En todo caso, la visita no dejará indiferente a nadie porque incluso se puede hacer una degustación gastronómica (o no): las organizan para grupos de más de seis personas y prometen que es una experiencia difícil de olvidar.
Y no lo dudamos: preparen sus estómagos y pongan a remojo sus convicciones sobre lo que se puede y no poner en un plato. Bon appétit!
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