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Si escuchas audios acelerados, atento a tu la salud mental: "Se producen alteraciones en nuestro sistema"

Los expertos advierten sobre los perjuicios que producen las velocidades 1,5 en nuestro sistema cognitivo

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Vivimos a toda prisa y nos empeñamos en acelerarlo todo más. En los últimos tiempos las velocidades 1,5 para escuchar audios o ver vídeos se han instaurado en nuestras rutinas ¿Quién no tiene un amigo que advierte, antes de enviar un WhatsApp, “te paso un podcast”? Y sí, son audios de varios minutos que no estamos dispuestos a escuchar a una velocidad normal, “una pérdida de tiempo”, pensamos. Entonces la multiplicamos y tiramos del 1,5 o, incluso, del 2.

Priorizamos la inmediatez y esto tiene consecuencias negativas para nuestra salud mental. “Se producen alteraciones en nuestro sistema, el cerebro tiene que procesar más rápido la información y eso nos genera, entre otras cosas, ansiedad”, explica Gonzalo Soria, psicólogo especializado en el uso de los teléfonos móviles por parte de menores.

También el profesor de Psicología Social de la Universidad de Santiago, Antonio Rial, alerta sobre la “hiperestimulación y las consecuencia negativa para el sistema cognitivo de los menores”, porque ya desde niños los acostumbramos a ello. Él , de hecho, imparte charlas a niños de Educación Primaria con este tipo de problemas. Demasiados contenidos a edades muy tempranas y en un corto período de tiempo.

Youtube o Spotify ya han agregado una opción para acelerar vídeos y audios, pero no son las únicas plataformas. Vemos imágenes en el ordenador mientras tenemos una película de fondo en la televisión y enviamos, al tiempo, contenidos por teléfono. ¿Puede nuestro cerebro hacer frente a todo esto? La respuesta es no. “Hemos alterado los rasgos prosódicos de la lengua, hemos eliminado las pausas, los silencios, la respiración… El lenguaje no verbal de la imagen hay que aplicarlo al audio y no se puede prescindir de él. Se da solo importancia a qué decir en lugar de a cómo decirlo”, explica Gonzalo Soria.

¿A quién no le han dicho alguna vez “lo quiero para ayer”? La impaciencia, la falta de tiempo y la necesidad de acceder a todo en un período récord nos lleva a acelerar los contenidos pero, así, no somos capaces de retenerlos y esto puede generar frustración. “Se pierde parte de la información”. Y esto nos genera estrés.

Se estima que la mitad de los jóvenes menores de 15 años cuando visualizan que un mensaje dura más de 30 segundos, lo aceleran en un 1,5. Y si se trata de uno de más de un minuto y medio, la velocidad asciende al doble. Soria aporta estos datos y también su experiencia como psicólogo. “A nuestra consulta llegan chavales que ya tienen la aplicación acelerada de un modo predeterminado. Es tremendo”.

Jóvenes y teléfonos móviles

No solo es la inmediatez lo que preocupa a los expertos, también la dependencia total de los jóvenes a los teléfonos móviles y las redes sociales. El 50% de los menores con dispositivos propios tiene instalada la aplicación de TikTok y España ha pasado de posicionarse en el puesto 30 del mundo en el uso de redes hace 5 años, a estar en el top diez. “Son datos alarmantes que lejos de remitir están al alza”, explica Soria. Además, se entregan teléfonos a niños de 10 años a pesar de que se ha concluido que la edad idónea para ello son los 15.

El foco, especialmente, lo tienen puesto los expertos en WhatsApp. Cada hora se envían en todo el mundo más de 4.500 millones de mensajes. “Cuando la red se cae parece que se acaba el mundo”. Pero, no solo eso. “Cuando muchos jóvenes no reciben respuesta a algo que han escrito automáticamente se activa una sensación de soledad, de baja autoestima, de insomnio”.

Es por esto que Gonzalo Soria junto con un grupo de psicólogos y monitores emprenden cada año el Camino de Santiago con un reducido número de chavales a los que no se les permite hacer uso de los dispositivos móviles mientras dure la ruta. “No sabes cómo cambian. Al principio hacen el gesto instintivo de meterse la mano en el bolsillo para buscar el teléfono pero poco a poco se van acostumbrando a comunicarse entre ellos y dejan de necesitar los teléfonos”. Una experiencia que no terminó en la capital gallega. Tras completar el Camino, la aventura continúa. “Hasta el 11 de mayo no les mostramos el material gráfico que acumulamos los monitores durante esa semana y, aunque ellos están locos por enseñar las fotografías a los suyos, les obligamos a que las describan y aprendan a no tirar de una imagen, si no de la comunicación”.

Una experiencia de éxito que está ayudando a muchos menores a superar su adicción a los teléfono móviles y a que las nuevas herramientas para comunicarnos cumplan su función y no la inversa.

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