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Coronavirus

Fulgencio, de ganar 1.600 euros a pedir comida en las colas del hambre por el coronavirus: "Es muy duro"

Fulgencio está sufriendo las secuelas económicas del coronavirus. De tener un trabajo estable, por el que ganaba 1.600 euros, a perderlo todo y tener que pedir comida para su familia.

Antes de la crisis del coronavirus Fulgencio no paraba de atender a turistas como camarero en la plaza Mayor de Madrid. Ahora, tiene que elegir entre comer él o darle la poca comida que consigue a su familia. Fulgencio cobra 700€ de ERTE y más de 600€ los tiene que destinar a la vivienda.

Fulgencio ha ejercido como hostelero durante más de 30 años pero la pandemia del coronavirus no solo se llevó por delante a todos los clientes sino también su trabajo.

Ahora, su antiguo jefe quiere reabrir el restaurante en el que trabajaba en la Plaza Mayor pero no podrá cobrar más de lo que cobra en el ERTE porque el propietario no puede pagarle más.

Ha pasado de ganar 1.600€ a tener que pedir comida en las colas del hambre. "Me siento una persona que no vale para nada con 53 años. Me da mucha vergüenza porque es muy duro y hay veces que tienes dinero para venir, pero hoy el responsable me ha metido 25 euros para poder venir".

Efecto económico de la pandemia

Este madrileño recoge alimentos para su hija de 2 años y su mujer que está enferma, tiene un 65% de minusvalía lo que la imposibilita poder trabajar. "Me dan a mí, pero ¿yo qué hago? llevárselo a mi mujer, yo no como, es muy lamentable". Reconoce que nunca pensó que podría verse en esta situación y ahora teme no poder volver a recuperar su vida de antes. "No creía que existía esto".

Son algunas de las secuelas del coronavirus. Tras la Navidad, la incidencia de contagios por coronavirus se disparó en España lo que provocó la llegada de nuevas restricciones para el sector. Desde entonces muchos negocios se han visto obligados a cerrar definitivamente y gran parte de los restauradores se encuentran en situación de ERTE.

Este pasado miércoles y tras más de 3 meses cerrada la hostelería cántabra volvió a reabrir sus interiores, aunque con aforo reducido al 33%. Una medida insuficiente para los restauradores que precisan de más ayudas porque acumulan una enorme caída de ingresos desde hace un año.