Publicidad
UNA FÓRMULA SOLIDARIA
Una panadería anarquista carga de simbolismo las calles de París
Una panadería destaca por ser el único comercio anarquista de ese tipo en todo el área de París. El local esta autogestionado, sus trabajadores tienen el mismo salario y ya ha demostrado ser rentable.
"La conquête du pain" es un comercio de barrio a las afueras de París donde nueve personas se dedican a elaborar baguettes, cruasanes y bollos de chocolate, un establecimiento de esquina no muy diferente, a priori, de las otras 35.000 panaderías esparcidas por el territorio galo. Sin embargo, es la única "boulangerie" anarquista del área de la capital de Francia, país donde el pan, el queso y el vino, forman parte del imaginario colectivo con el que se identifica la nación de la Torre Eiffel.
"Somos una panadería autogestionada. Aquí no hay jefes, funcionamos de manera colegiada y celebramos una asamblea cada dos semanas donde decidimos lo que vamos a hacer. Todos tenemos el mismo salario de 1.350 euros al mes (unos 1.780 dólares) y el mismo reparto de beneficios", explica Pierre Pawin, impulsor de esta peculiar cooperativa.
"La gente sabe que es una panadería anarquista, pero vienen porque el pan es bueno y somos agradables"
"La conquête du pain" nació hace tres años en Montreuil, antiguo feudo del Partido Comunista aledaño a París, gobernado hoy por los ecologistas. Varios militantes anarquistas decidieron pasar de la teoría a la práctica y ensayar con un negocio autogestionado. Como nombre para su tienda eligieron "La conquête du pain" (La conquista del pan), un guiño a la homónima obra del anarco-comunista del siglo XIX Piotr Kropotkine. Y como logotipo, una silueta extraída de "La libertad guiando al pueblo", de Delacroix, en la que el personaje del lienzo cambia las pistolas por una barra de harina y cereal.
"Yo era informático y no tenía ninguna formación como panadero. Un día Pierre me llamó y me dijo: llevas diez años hablándome de alternativas. Voy a montar una panadería, ven a trabajar con nosotros", comenta Thomas, que dejó su empleo en una escuela de negocios para lanzarse a amasar "baguettes". Tres años después, la panadería se demuestra rentable, transforma dos toneladas de harina a la semana y emplea a siete personas y dos aprendices. Thomas no se arrepiente por haberse sumado a esta iniciativa que toma el relevo de "La Fraternelle", panadería autogestionada que nació a principios del siglo XX y desapareció noventa años después.
"Aquí me siento mucho mejor. Sé por qué hago las cosas, aunque físicamente sea mucho, muchísimo más duro", confiesa mientras enseña a un estudiante a preparar una crema de chocolate. Hornean su propios productos, hasta 35 referencias artesanales que dan prioridad a los productos biológicos, e identifican sus bocadillos y menús con nombres de revolucionarios históricos: "El Bakunin", con atún y cebolleta; "El Durruti", con pollo, queso y curry; "El Marx", con jamón cocido y queso emmental... Además, si el cliente declara que atraviesa dificultades económicas, tiene derecho automático a un "precio de crisis". "Basta con pedir una tarjeta en la panadería que da acceso a una reducción.
En los productos de primera necesidad, la reducción es del veinticinco por ciento. En el resto, del diez por ciento. La 'baguette' cuesta un euro y con al reducción se queda en 75 céntimos", resume Pierre (1,3 y 1 dólar). "La gente sabe que es una panadería anarquista, pero vienen porque el pan es bueno y somos agradables", sentencia Pierre. Por ahora, estos empresarios ácratas no reparten dividendos y dedican los beneficios a devolver los préstamos, a aligerar la jornada laboral y a financiar nuevas contrataciones.
Lejos de ideales utópicos a gran escala, aspiran a que su negocio se mantenga bajo esa fórmula solidaria de repartición de la riqueza y a poder seguir creando empleos. "¿Creer que vamos a cambiar la sociedad gracias a la autogestión? Sería como pensar que vamos a cambiar el mundo con una bicicleta", resume Pierre.
Publicidad