Álex Bao soñaba desde pequeño con ser futbolista y también con tener una granja de animales, preferiblemente vacas. Ambos sueños le llegaron de manera meteórica. Con 16 años firmó su primer contrato profesional con el CD Lugo, en Galicia, tuvo que retirarse a los 27 por una lesión cervical y ahora, con 32, ya cuenta con su propia explotación de ganado, de la que se siente muy orgulloso a pesar de todo el trabajo que conlleva.
La vida de Álex Bao está discurriendo tan rápido como lo era él para llegar al cruce y ser un puntal defensivo en aquellos equipos en los que militó siendo jugador de fútbol de Segunda División B en Galicia. Antes de cumplir la mayoría de edad, el CD Lugo se fijó en su calidad y le hizo un contrato profesional con el primer equipo.
Luego jugó en el Pontevedra CF, a las órdenes de Fernando Castro Santos, para recalar, posteriormente, en el UD Somozas, donde el infortunio en forma de lesión, por una hernia cervical, le hizo colgar las botas.
Bao colgó aquellas botas de tacos, y se enfundó las de goma impermeables, con las que atiende su explotación ubicada en el lugar de Arneiro, en Muimenta, Cospeito (Lugo).
Un trabajo "muy esclavo"
Allí tiene 160 cabezas de vacuno, entre vacas y terneros. "Es un trabajo muy duro, muy esclavo, llevo 14 meses aquí y no he librado ni un solo día", ejemplifica Álex Bao, mientras enumera todos los trabajos que conlleva su nueva vida, que van desde la alimentación, el ordeño o la asistencia a la reproducción de las reses.
"Me sentía muy feliz en el campo de fútbol, pero también lo soy en este otro campo", afirma, y asegura que no se arrepiente de tomar una decisión que llevaba años meditando. Los pocos días que no tenía que entrenar, generalmente los martes, se dedicaba a visitar ganaderías para aprender todo lo necesario y acometer su sueño en Lugo.
"Mi padre me insistía en que siguiese ligado al mundo de fútbol, que me sacase el título de entrenador, pero yo ya tenía decidido a qué quería dedicarme", sostiene.
Faltan ayudas para los jóvenes
Los inicios siempre son complicados. Ahora vive pendiente de un trámite burocrático que le permita aumentar la rentabilidad de su explotación. Se queja de la falta de ayudas para los jóvenes que quieren dedicarse a este trabajo, aunque reconoce que la pandemia está dificultando todavía más la situación.