Un anciano en Japón

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SEGÚN DATOS DIFUNDIDOS POR EL GOBIERNO JAPONÉS

El número de nipones con 80 o más años supera los diez millones por primera vez

Por primera vez, el número de ciudadanos japoneses con más de 80 años ha sobrepasado los diez millones, lo que supone un 7,9% de la población del país. La mujer más anciana de Japón es una residente de Tokio de 115 años, mientras que el hombre más mayor tiene 112 años. En Japón ha actualmente una cifra récors de 33,84 millones de personas de más de 65 años.

El número de ciudadanos japoneses con 80 o más años de edad ha sobrepasado por primera vez los 10 millones, lo que supone un 7,9% de la población de Japón, según los datos anuales divulgados por el Gobierno nipón.

En Japón hay actualmente una cifra récord de 33,84 millones de personas mayores de 65 años, un 26,7% de la población del país asiático, según las estadísticas publicadas por el Ministerio del Interior y Comunicaciones con motivo de la celebración hoy del Día Nacional de los Ancianos. Del número total de personas de la tercera edad, 19,21 millones son mujeres (el 29,5 % de la población femenina) y 14,62 son hombres (el 23,7 % de la población masculina).

La mujer más anciana de Japón es una residente de Tokio de 115 años que no ha querido ser identificada y nacida en marzo de 1900, mientras que el hombre de edad más avanzada es Yasutaro Koide, de Nagoya (centro), con 112 años y nacido en marzo de 1903.

El pasado agosto, Koide fue reconocido como el hombre vivo más longevo del mundo por el Libro Guinness de los Récords. Las estadísticas vuelven a poner de relieve el envejecimiento demográfico en Japón, cuyas mujeres cuentan con la mayor esperanza de vida del mundo -87 años, según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud-, mientras que los hombres ostentan la octava posición por detrás de países como Islandia y Suiza.

El Instituto Nacional de Población y Seguridad Social de Japón calcula que alrededor de un 36 % de sus ciudadanos serán mayores de 65 años para el año 2040. Esta evolución supone un desafío para la tercera economía mundial, y en particular para la sostenibilidad de sus servicios sanitarios y de su sistema de pensiones.

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