¿SON TAN PELIGROSOS?
Disruptores hormonales: qué son y en qué productos los encontramos
No hay día que pase sin que hayamos visto algún vídeo en las redes sociales que hable de disruptores endocrinos y del peligro que suponen para nuestra salud. Pero como todo, nada es tan falso ni tan cierto, así que vamos a explicar realmente qué son, dónde se encuentran y cómo nos pueden afectar.

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Hay palabras que suenan tan mal que ya solo pronunciarlas asustan: toxicidad, fitosanitarios, disruptores hormonales… y claro, si algo puede afectar a tus hormonas, imaginas una catástrofe dentro de tu cuerpo con tus estrógenos y testosteronas corriendo en círculos, desorientados. Pero, calma. Vamos a desmontar el mito sin quitarle la parte científica que de verdad importa.
¿Qué son los disruptores hormonales?
Un disruptor endocrino u hormonal es una sustancia química (natural o sintética) que puede interferir en el funcionamiento normal del sistema endocrino, ese que regula casi todo en tu cuerpo: crecimiento, metabolismo, reproducción, ánimo, temperatura… Es decir, el sistema que pone orden en tus hormonas.
¿Cómo interfieren? Pues pueden imitar, bloquear o alterar la producción, transporte o eliminación de las hormonas. En laboratorio, esto se ha visto claramente: algunos compuestos se unen a receptores de estrógenos, otros bloquean la acción de la testosterona o cambian cómo el cuerpo metaboliza las hormonas.
Lo importante: que esto ocurra en una célula en una placa de Petri no significa que ocurra igual en tu cuerpo. Y ahí está el matiz entre el miedo y la evidencia.

Tipos de disruptores hormonales, según su origen
1. Naturales: sí, existen también en la naturaleza. Las fitoestrógenas (como las isoflavonas de la soja) actúan de manera parecida a los estrógenos humanos, aunque su efecto en dosis normales es muy leve.
2. Sintéticos: son los que más suenan cuando se habla del tema:
- Bisfenoles (como el famoso BPA), usados en algunos plásticos.
- Ftalatos, que dan flexibilidad a plásticos y se han usado en cosmética y fragancias.
- Parabenos, conservantes comunes en cremas, champús o maquillaje.
- Alquilfenoles y retardantes de llama (como los PBDE), presentes en textiles o productos electrónicos.
- Fitosanitarios como el DDT (ya prohibido) o algunos organofosforados.
Muchos de ellos ya están regulados o prohibidos en la Unión Europea precisamente por precaución. La legislación REACH (Reglamento 1907/2006) y la de cosméticos o envases alimentarios limitan sus concentraciones a niveles seguros.
¿Dónde están los disruptores hormonales?
No hay que irse muy lejos. Los podemos encontrar en pequeñas cantidades en productos cotidianos:
- Cosméticos y productos de higiene: algunos parabenos (aunque los más polémicos están ya restringidos), filtros UV de ciertas cremas solares o fragancias sintéticas pueden tener potencial disruptor.

- Plásticos y envases: el BPA se usaba en el interior de latas y botellas, pero ya está prohibido en productos para lactantes y sustituido por otros bisfenoles (como BPS o BPF), también bajo evaluación.
- Productos de limpieza y textiles: algunos detergentes antiguos contenían nonilfenoles, ahora prohibidos. Los retardantes de llama en muebles o ropa técnica también están en revisión.
- Alimentos: algunos fitosanitarios con acción hormonal están regulados, y los residuos permitidos se encuentran muy por debajo de los niveles de riesgo. También hay compuestos naturales, como las fitoestrógenas de la soja o el lino, que actúan de forma similar a las hormonas, pero eso no las convierte en tóxicas.
¿Los disruptores hormonales suponen un riesgo?
La respuesta corta: depende de la dosis y de la exposición real.
La larga: el hecho de que una sustancia pueda actuar como disruptor hormonal no implica que vaya a hacerlo en las cantidades reales a las que estamos expuestos.
Los estudios que relacionan algunos compuestos con alteraciones hormonales o reproductivas suelen hacerse a dosis mucho mayores que las que encontramos en el ambiente o en productos de consumo. Además, nuestro cuerpo no es una placa de Petri: tenemos barreras, metabolismo, excreción, reparación….
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), la OMS y la ECHA revisan periódicamente los compuestos sospechosos. Algunos (como el BPA) se están reevaluando, y cuando hay evidencia suficiente, se limitan o se prohíben. Por eso cada año hay menos productos con potencial disruptor y los límites son cada vez más estrictos.

Dosis, contexto y realismo ante los disruptores endocrinos
Un error común es pensar que si algo tiene un efecto hormonal a nivel celular, ya es peligroso. Pero la toxicología siempre depende de la dosis. Incluso el agua, la cafeína o los aceites esenciales tienen efectos sobre nuestras hormonas en laboratorio.
La clave está en el nivel de exposición acumulada y la ventana de vulnerabilidad (por ejemplo, embarazo o infancia). Por eso, los controles son más exigentes en alimentos infantiles, envases o cosméticos para bebés.
Además, cuando se elimina un compuesto sospechoso, se sustituyen por otros más seguros, que también pasan evaluaciones previas. Así que no, no necesitas tirar tus cremas ni vivir con miedo a los plásticos.
Cómo vivir con menos exposición a tóxicos potenciales
1. No hagas detox de cosméticos ni cambies todo por "natural": recuerda que natural no significa inocuo, y los productos certificados cumplen normas de seguridad.
2. Evita calentar comida en plásticos viejos o deteriorados: no porque te "envenenen", sino porque el material puede degradarse y siempre con los símbolos de "apto para uso alimentario".
3. Ventila tu casa y limpia el polvo: algunos compuestos (como los retardantes de llama) pueden acumularse en el polvo doméstico.

4. Sigue la evidencia, no los titulares (ni a señores que ganan popularidad sembrando miedo, aunque sean catedráticos): si la EFSA o la OMS no han emitido alertas, probablemente no haya motivo de preocupación real.
Así que sí, los disruptores hormonales existen, sí. Pero que una sustancia tenga potencial de alteración hormonal no significa que sea peligrosa en las cantidades reales que usamos. La regulación europea es de las más estrictas del mundo, y se revisa constantemente.
Vivimos rodeados de miles de compuestos químicos (naturales y sintéticos) todo es química, no te digo el óxido de dihidrógeno (algunos le llaman agua), cómo será que consiguió hacer vida. La gran mayoría no representan un riesgo real en las condiciones normales de uso. Lo importante no es huir de ellos, sino entender qué hacen, en qué dosis, y por qué están controlados.
Así que la próxima vez que alguien te diga "esa crema tiene disruptores hormonales", puedes sonreír y responder: "Sí, y también fitoestrógenos en la soja del tofu que cenamos ayer. La diferencia está en la dosis y en la ciencia, no en el miedo".
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