Santiago de Compostela

Las polémicas normas de la plaza del Obradoiro: pícnic no, agua y bocadillo, sí

La Policía, que por ahora solo advierte, hace un llamamiento a utilizar la lógica

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Son cifras de récord. Más de 177.000 peregrinos ya han hecho el Camino de Santiago y han terminado, rendidos y satisfechos, en la Praza do Obradoiro. Ahí luce, imponente, la catedral. La zona es una joya de la capital gallega y de España que es importante preservar y cuidar entre todos. Por ello, está prohibido comer y beber en la plaza, pero también apoyarse en las columnas del Pazo de Raxoi, el Ayuntamiento de Santiago. La Policía hace un llamamiento utilizar la lógica: pícnic no, un agua y bocadillo, sí.

Son las 12.00 de la mañana y la Praza do Obradoiro ya está llena de peregrinos. Todos terminan su camino aquí, exhaustos. Por eso, sacan su bocadillo, botella de agua y se tumban contra las columnas del Pazo de Raxoi, el Ayuntamiento de Santiago de Compostela, para admirar la imponente Catedral. El problema, que todo esto no se puede hacer: "Estaba apoyado y se me acerca un policía a avisarme", apunta Victoriano, quien "no entiendo por qué a mí me dicen que me levante y a otros no".

El único agente que vigila esta plaza da largos paseos por ella. No quiere hacer declaraciones, pero nos habla de utilizar la lógica. "Pícnic no", grita una mujer cuando le enseñamos la foto de dos peregrinos que hace poco estaban sentados en la misma plaza con su mantel y sus manjares. "A mí me avisó un amigo de O Grove, no se puede ni comer ni beber ni apoyarse", reconoce otro caminante. Su acompañante lo tiene claro: "Es que eso es muy feo, hay que cuidar lo nuestro", y el hombre termina señalando que "hidratarse sí, tu botellita de agua, pero ponerse con un pícnic..."

"No tenía ni idea, pero tampoco hay ningún cartel, no?", pregunta otra turista, a quien la acercamos hasta los dos pequeños letreros que se encuentra dentro de la galería del Pazo de Raxoi: "Es que aquí no se ven, y deberían estar fuera".

Normas que tratan de mediar entre vecinos y turistas, una tarea complicada, como la del agente que sigue caminando por la plaza tratando de advertir a los peregrinos. Por ahora, no se multa, solo se avisa. La mayoría de gente no respeta la norma, pero utiliza la cordura, bebe su agua, come su tentempié, recogen su basura y disfrutan del lugar en el que se encuentran, único en el mundo.

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