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UNA BACTERIA LE DEVORÓ MEDIA CARA"

Un hombre desfigurado, que fue abandonado al poco de nacer, se reencuentra con su madre 38 años después

Una infección bactereológica que sufrió siendo tan solo un bebé, desfiguro el rostro de Howard Shulman para toda su vida. Sus padres le abandonaron. Despúes de sufrir un calvario de operaciones y cambio de casas de acogida, Shulman pudo reencontrarse con su madre.

Howard Shulman se ha considerado un marginado desde que nació.

Siendo tan solo un bebé, una infección bacteriológica devoró gran parte de su cara. En concreto, le dejo sin nariz, sin los párpados del ojo derecho y sin el labio superior.

Sus padres le dejaron en una casa de acogida poco después del inicio de su infección.

Casi 40 años después, Howard es un intérprete afincado en San Diego, casado y padre de dos hijastras.

"Running from the mirror" (Corriendo del espejo) es el título del libro que recientemente ha publicado, y en el que narra su descorazonadora historia.

Pero lo que verdaderamente ha convertido su obra en un libro a punto de convertirse en un best-seller, es una revelación que no le había hecho a nadie antes: 20 años después de su abandono, logró contactar con su madre.

Running from the mirror

Howard pasó sus tres primeros años de vida en un hospital de Nueva Jersey.

De ahí pasó al sistema de familias de acogida.

Hasta que tuvo 16 años vivió en Morristwon, en la casa de una familia de ascendencia alemana que apenas le miraba y le dirigía la palabra. De la familia germana, pasó a una familia judía con la que apenas duró una semana.

Entonces recaló con Vito y Maria Signorelli en el Bronx, Nueva York, con los que estuvo hasta su mayoría de edad. Howard les describe como lo más parecido "a unas figuras paternas que he conocido".

Este humilde matrimonio italiano fue el que gestionó todas las operaciones que le devolvieron un rostro a Howard. Cirugías, que afortunadamente las cubrió el estado.

Años después de dejar su casa de acogida, una noche Howard estaba viendo la televisión, cuando medio somnoliento en el sofá vió un anuncio.

"Encuentra a tus perdidos seres queridos ¡Llama ahora! 1-800-ENCUENTRA", rememora Howard, que asegura que cada detalle de ese anuncia se le quedó grabado en la cabeza.

"Recuerdo que mostraban hombres y mujeres de todas las edades, incluso niños, corriendo por el campo con una radiantes sonrisas blancas hasta que se encontraban y se fundían en un abrazo", cuenta Shulman.

Medio adormilado, Howard se incorporó y apuntó el número de teléfono. Al día siguiente llamó.

"Nunca había intentado reencontrarme con mis padres", cuenta Howard, "ni tan siquiera había sentido la curiosidad de saber como son. La única vez que eché de menos a mi madre fue siendo un niño... Pero después, simplemente los eliminé de mi cabeza".

Después de dar su información personal y de pagar 50$, los investigadores le dijeron que en un plazo de 6 semanas recibiría por correo todos los datos recabados. Y así fue.

Howard recibió una misiva con todos los datos de su familia: dirección, números de teléfono... Armado de valor, Shulman marcó el teléfono de la casa de sus padres biológicos.

Fue entonces cuando escucho la voz de su madre.

"¿Sarah Shulman?", preguntó Howard.

"Si, soy yo", contestó la voz al otro lado de la línea.

"Creo que soy tu hijo", replico el intéprete.

A la contestación le siguió una silencio prolongado.

Entre lágrimas, Howard escucho un susurro que decía: "Siempre supe que llamarías".

"No, no me arrepiento de nada", susurro mi madre, que apenas me podía mirar a la cara

"¿Por qué?", preguntó, "¿Por qué me abandonaste?", a lo que tras otro largo silencio, entre sozollos, su madre contestó que "no lo podía soportar".

Finalmente, madre e hijo acordaron verse. Quedaron a los pocos días en una cafetería de Nueva Jersey.

En su libro, Howard cuenta que al llegar al lugar del encuentro, nada más bajarse del taxi pudo reconocer a su madre.

Una mujer de mediana edad, sentada en un banco, encorvada y aferrada con las dos manos a su café. Howard se acercó y cuenta cómo se escuchó a si mismo preguntar "¿Sarah?".

"¿Sí?".

"Soy Howard".

"Lo sé".

Howard se sentó frente a ella.

"¿Por qué?", pregunto otra vez, a lo que su madre esta vez dio una respuesta más elaborada.

Sarah le contó que en el momento pensaron que era lo mejor para él, "empezar de nuevo con una nueva familia". Asimismo, le aseguró que no se arrepentía de nada de lo que había hecho.

A medida que avanzaba la conversación, Howard sentía que la mesa que les separaba cada vez se hacía más grande, alejándoles cada vez más.

"Me enteré de que tenía tres hermanos. Todos sabían de mi existencia"

El intérprete se enteró de que tenía tres hermanos, una mayor y dos más pequeños. Y que todos sabían de su existencia. No obstante, Sarah no había avisado a nadie de la familia de la llamada de Howard.

Apenas llevaban media hora de conversación cuando Howard decidió ponerle fin. Su madre, que no dejaba de sollozar, apenas podía mirarle a la cara y respondía vagamente a las preguntas de su hijo.

"No estababa llevando a nada", asegura el escritor, "estaba abnegaga en una contraposición de negación y culpa que hacía que no avanzase la conversación".

"Emocional y fisicamente agotado llegué a mi apartamento", explica Howard, "no saqué nada en claro de aquella cita, ni ningún comfort por saber que Sarah se estaba sintiendo al igual que yo. Que por lo menos ella había vivido su propio tormento ¿Cómo si no sabía que algún día llamaría?".

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