Divorcio gris
“No es tarde, se acabó lo que había”: el divorcio a los 66
En una década ha aumentado un diez por ciento el número de matrimonios mayores que deciden divorciarse. Hablamos con protagonistas de la tendencia imparable conocida como 'divorcio gris'.
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Será el sentido del deber cumplido, no tener que preocuparse de los hijos porque “han echado a volar”, o tal vez un cambio en los gustos: nuevas inquietudes que no tienen cabida juntos. Puede que la causa sea sencillamente hastío, o que “se acabó el amor” y nos hemos dado cuenta después de décadas de convivencia. Son algunas de las causas de un fenómeno en alza: el “divorcio gris”. En la última década el número de parejas mayores de 55 años que deciden divorciarse ha aumentado un diez por ciento.
El divorcio tras la jubilación
Tomi tiene 69 años y se separó a los 66, después de más de 20 años de convivencia. Cuando le preguntamos si no le parece “un poco tarde” salta como un resorte: “qué va. No es tarde. Se acabó lo que había entre los dos y ya está”. Afirma haber encontrado una “nueva ilusión”: “Tonteamos. Nos llevamos de miedo”. Eduardo se divorció a los 55. “No lo esperaba. Me dijo: aquí tienes el teléfono de mi abogado para que hables con él y ya está”. Reconoce que en su entorno hay muchos casos de mayores de 60 dando el mismo paso. Lo corrobora Manoli. Tiene 85 y fue de las pioneras. Se divorció a los 35 “porque mi marido me ponía los cuernos”, pero sabe de amigas que a sus 80 están tramitando el divorcio.
"No me lo creía. Siempre iban juntos de la mano"
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En el baile que cada viernes organiza ACUMAFU, una asociación de mayores de la localidad madrileña de Fuenlabrada, coinciden parejas, viudos, separados y divorciados. Angelina baila con una amiga que la autoriza a contar su caso mientras baila dándonos la espalda: “Se divorció a los 65. Yo no le creía. Iban siempre juntos de la mano. Me dijo: yo me he quedado con el piso y él con lo de la playa”. Basi también tiene amigas de 60 que están pensando en el divorcio. Su teoría es que “cuando los hijos vuelan no sabemos adaptarnos a las circunstancias”. Ella no quiere ni pensar en esa posibilidad: “Yo estoy felizmente casada desde hace 40 años. A mí que no me quiten a mi Atilano”. Atilano sonríe. Bailan felices.
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