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CRIAR NO ES FÁCIL

Cinco grandes errores en la crianza y cinco maneras de mejorar

Del modo en que educamos a nuestros hijos dependerá, en gran medida, cómo serán de mayores, cómo tratarán a los demás y cómo afrontarán su vida.

Madre regañando a su hija.

Madre regañando a su hija.iStock

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Aunque como padres y madres nos esforzamos por educar lo mejor posible a nuestros hijos, no siempre lo hacemos. A veces, no somos conscientes de que estamos recurriendo a métodos poco efectivos e incluso, dañinos.

Estos son los cinco errores más comunes que cometemos en la crianza y sus posible alternativas para mejorar.

Escuchamos poco y hablamos demasiado

Hazte la siguiente pregunta: ¿escucho para responder o para tratar de entender? Normalmente, escuchamos para dar una respuesta inmediata. De este modo, incluimos una solución al problema y usamos aquello de “deberías de”, junto a una explicación en base a la lógica y perspectiva de adulto.

En cambio, en pocas ocasiones escuchamos con el principal objetivo de intentar entender. De este modo, nuestros hijos terminan sintiéndose sobresaturados y dejan de escuchar. Nuestras palabras dejan de causar el impacto positivo que queríamos.

Cómo mejorar la escucha

Debemos estar más dispuestos a escuchar conscientemente. Cuando lo hagas, asiente, deja que tu hijo hable más y, al final, en lugar de dar de inmediato tu solución, haz alguna pregunta curiosa, por ejemplo: “¡Wow, gracias por la confianza! ¿Y qué piensas hacer al respecto?”.

No validamos sus emociones

Este es, sin duda, uno de los errores más comunes de todos los tiempos. No validamos cuando nuestro hijo nos comenta algo que le ha hecho sentir triste, miedo o rabia e, inmediatamente, le quitamos importancia. Solemos contestar cosas como “¡No pasa nada!” o “No exageres que no es para tanto”.

Con estas palabras no le ayudamos, porque no aceptamos de verdad la experiencia que nos está compartiendo, ni sus sentimientos.

Cómo validar las emociones

Validar no significa que tengas que estar de acuerdo con cada cosa que te explica tu hijo. No obstante, el hecho de que pueda sentirse escuchado y entendido marca una gran diferencia en su seguridad, confianza y autoestima.

Un ejemplo de respuesta podría ser: “Te entiendo, imagino que te ha dolido que te hicieran eso”. Con este tipo de respuesta, en el inconsciente del niño su mente piensa: “Si mis padres me escuchan y me creen es porque soy importante y soy capaz de hacer comentarios válidos”.

Nos centramos en castigar, no en enseñar

Como ya os expliqué en este artículo, los castigos no son efectivos. Queremos que nuestros hijos aprendan, desarrollen habilidades y adquieran valores, principios y virtudes.

Sin embargo, cuando cometen errores, no dominan algo o se comportan diferente a nuestras expectativas a menudo nos centramos en castigar aquella conducta.

Lo mejor sería centrarnos en enseñarles la habilidad que les está faltando para mejorar su comportamiento.

Alternativas al castigo

Antes de castigar a tu hijo, pregúntate cuál es la habilidad que le hace falta: ¿cuál es la mejor forma de poder enseñarle esa habilidad o lección? Con esta reflexión podremos aplicar una solución mejor al castigo, enseñándole herramientas para mejorar.

Corregimos y llamamos la atención en público

Seguramente nos tocó vivirlo como hijos y ahora lo aplicamos como padres. Nos ganan las prisas por corregir justo en el momento en el que se presenta algún comportamiento en nuestro hijo que no nos gusta.

Es importante saber que regañar en público hace que los niños sientan culpa, vergüenza y humillación.

Cómo evitar regañar en público

Darte un periodo corto de enfriamiento es vital. Tranquilizarte y revisar la forma en que comunicarás el mensaje es muy importante.

Es necesario corregir, pero hacerlo en privado tendrá una mejor consecuencia en tu hijo y en tu relación con él.

Tenemos las expectativas demasiado altas

Esperamos que la conducta, calificaciones, orden, amistades y obediencia de nuestros hijos nos gusten siempre.

Pero pocas veces tenemos en cuenta que el comportamiento de los niños y adolescentes es, habitualmente, el que corresponde a su edad cronológica.

Por este motivo, a menudo esperamos más de lo que ellos y su madurez neurológica y emocional les permite.

Cómo aceptar a nuestros hijos

Bajar un poco las expectativas, reconocer y tener presente la edad de nuestros hijos es primordial.

Tenemos que alentarlos a mejorar, siendo conscientes de sus avances por pequeños que sean. Es útil interiorizar que, el hecho de haber actuado o enfrentado bien una situación, no quiere decir que ya lo vayan a hacer así (de bien) en ocasiones posteriores. Están aprendiendo.

Seguramente hacemos muchas cosas bien, pero ser conscientes de estos errores comunes nos ayudará a mejorar. Los podremos erradicar poco a poco si nos centramos en las alternativas positivas que se plantean en cada uno.

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