Este plato japonés está de moda en la Gran Manzana
Fiebre por el ramen en Nueva York
La combinación de fideos y sopa arrasa entre los neoyorquinos, desde restaurantes como Ippudo o TottoRamen, pasando por inventos como la ramen burger o las soluciones instantáneas cuando el presupuesto es ajustado.
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¡Qué frío hace en invierno en Nueva York, majos! ¡Y cómo apetece una buena sopa! Teniendo en cuenta que no tengo ni madre ni abuelas que me la hagan en cinco mil kilómetros a la redonda o que no sé cómo se dice espinazo en inglés para hacer el caldo, ¿qué es lo que puedo hacer? Igual que cuando quiero comer pescado decente en esta ingrata ciudad con puerto y playa, la cocina japonesa se convierte en el útero materno.Y lo que para nosotros sería esa mítica sopa de fideos para ellos se llama, como ya en tiempos de la globalización gastronómica casi todo el mundo sabe, ramen.
Los estadounidenses descubrieron la cocina japonesa mucho antes que nosotros, eso por descontado, y rompieron la frontera del binomio sushi-sashimi hace también la tira. Pero, de la misma manera, también han pervertido antes sus bases. No solo metieron el queso estilo "philadelphia" en el California roll sino que en este último año, visto el éxito que tenía el ramen entre los neoyorquinos, han osado hacer una burger-ramen. Los fideos, divorciados de la sopa, se convirtieron convenientemente argamasados en un improbable sustituto del pan de sésamo y, en la misma temporada en la que el donut y el croissant alumbraron el bastante fritanguero "cronut", el delirio llegó a la fusión japoyanqui. La "ramen fever" había alcanzado su culminación y su responsable era, en realidad, un japonés llamado Keizo Shimamoto, que decidió ir a vender su moto a Williamsburg, el barrio "hipster" de Brooklyn, y la jugada le salió, nunca mejor dicho, redonda. El buen hombre ya se había convertido en gurú de la materia con su página web GoRamen.com, a pesar de que su diseño no podía ser más cutre, y ahora ha decidido llevar su invento de manera ambulante por mercadillos y festivales gastronómicos. Corramos un tupido velo.
Afortunadamente, este paso involutivo no hizo que desapareciera el ramen de toda la vida. Con su buen caldo bien caliente Pero, ¡ojo! Lo primero que hay que hacer es aprender a comerlos. ¿Sopa con palillos? En parte sí. Para que el fideo y la sopa se mezclen en la boca, hay que desaprender lo aprendido y sorber ruidosamente. En Japón es de buena educación. Y en Nueva York, donde los protocolos no son especialmente estrictos, nadie pone el grito en el cielo. En la película de Tampopo lo explicaban con mucho salero.
Una vez recibidas las primeras clases, si lo que se quiere es ir al "ramen cool" del momento, la respuesta está clara: Ippudo. Méritos no le faltan, porque está espectacular y el precio no se va de madre, pero la hora y cuarto de cola no te la quita nadie. Si tu filosofía es que tiempo es dinero, no te compensa. Si no puedes abstraerte de que a tu alrededor todos son "beautiful people" y eso no te transmite la “japonesidad” que buscas, tampoco. Pero si quieres centrarte en la comida, es probable que no haya otro mejor. El más de moda está en el East Village, pero puedes irte si no al de Hell's Kitchen, en la calle 51. La cola es menor, la gente es un poco más atolondrada o incluso se cuela algún turista que no sabía dónde comer después de ir a Broadway, pero el ramen es el mismo. E, insisto, es el mejor. Da igual el que te pidas, porque no hay fallo. Y la carta de entrantes tampoco tiene desperdicio. Eso sí, entre unas cosas y otras, la cuenta acaba subiendo y quizá no salgas del todo lleno. Cosas de lo "cool"...
En el otro lado de la balanza (y muy cerca del Ippudo de la 51) está TottoRamen. Se valen juegos de palabras, al menos para amenizar la cola que hay que hacer porque, sí, también aquí toca esperar. Llegas, te apuntas en la lista guarrindonga que hay esperando en la puerta y hasta que te llamen. Hay que cumplir las reglas: no entorpecer la salida del vocero que llama, no obstruir tampoco la calle 52 donde se encuentra (porque sí, esperas en la p*** calle) y olvídate de pagar con tarjeta. Una vez dentro (un promedio de media hora tardas en conseguirlo) te puede tocar barra o mesa y no podrás rechistar si querías una cosa y te dan la otra. Pero la dictadura del cuchitril en el que te dispones a comer o a cenar tiene su compensación. No solo parece que estás en Tokio, sino que además ves cómo te lo preparan en un periquete sin trampa ni cartón y está realmente buenísimo. Atención porque el picante no se anda con chiquitas, pero el menú ofrece todo tipo de posibilidades que cada uno puede montar a su antojo, esperando que el comensal sepa qué es qué, lo cual tampoco es fácil. Y aunque el ramen es, evidentemente, lo más famoso, ojito con el entrante de esa suerte de hamburguesa-pincho de tripa de cerdo en pan de harina de arroz glutinoso llamado Char Siu Chunks. Suena fatal, pero está delicioso. Y por 15 dólares en total habrás cenado opíparamente.
Y en el punto medio, quizá la mejor manera de empezar a familiarizarse con el ramen es su versión depurada, en la que te dan cubiertos de toda la vida por si en un momento dado te entra el agobio. Es el caso del Jinya, un local "chic" pero familiar, con una mesa gigante y un ramen delicioso. Además del menú, el chef ofrece una especialidad semanal en la que innova y triunfa. Picantes aptos para paladares occidentales y la garantía para los más temerosos de que en Los Ángeles triunfó antes y luego se estableció en el West Village de Nueva York, zona no apta para las chapuzas culinarias. De hecho, en calidad-precio, aunque se eche de menos la autenticidad de la tasca japonesa, este es mi favorito.
No obstante, los japoneses no pueden evitar reírse por lo bajini de esta "ramen fever" neoyorquina. Supongo que nos pasaría lo mismo si, de repente, todo el mundo se volviera loco con esa sopa de fideos por la que, por mucho que adoremos, no pagaríamos 20 dólares, ni iríamos a comerla vestidos con gafas de pasta o sobre tacones de aguja. Porque además, el ramen, a diferencia de la sopa de fideos, sí que tiene una fórmula instantánea de lo más aparente. Se puede encontrar, de hecho, al ladísimo del Ippudo del East Village, en la primera planta del comienzo de la calle de restaurantes japoneses con ramen y miles de cosas más (en Stuyvesant con la calle 9), está ese supermercado nipón que no tiene desperdicio y en el que se puede encontrar a dos duros el ramen Nissin, que con sus sobres separaditos con cada ingrediente, se hace en un santiamén añadiéndole agua hirviendo como si fuera una infusión de té. Y, además, tiene anuncios tan maravillosos como este. Que aproveche o, como dirían ellos, ¡ITADAKIMASU!
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