Un tranvía del barrio de Graça circula por la ciudad de Lisboa.

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'SAUDADES' DE LA CANCIÓN TRISTE LUSA

Los portugueses encaran la crisis económica a ritmo de fado

El fado portugués se presenta como candidato a engrosar la lista representativa del patrimonio cultural de la humanidad. Su inclusión en esta categoría universal supone un aliento para la sociedad portuguesa que vive sus horas más bajas inmersa en un rescate económico. Los portugueses reivindican su identidad y renuevan el fado como elemento diferenciador de su cultura.

El fado, también conocido como 'canción triste portuguesa' reclama su identidad más que nunca ahora que Portugal vive sus horas más bajas en la crisis económica con un rescate europeo y recortes económicos que amenazan con axfisiar la ya débil economía lusa. Portugal lucha por agarrarse a sus raíces y a su patrimonio para gritar a los cuatro vientos que algo les diferencia y que tienen identidad propia más allá de la imagen homogenea de país en crisis que forja los acontecimientos económicos que vive el país.

No hay más que pasear por el antiguo barrio de Alfama para darse cuenta de que el fado suena más alto que nunca en la ciudad de las siete colinas. En el Largo do Chafariz de Dentro del barrio lisboeta los restaurantes dejan en un segundo plano su tradicional 'bacalhau à bráss',los 'risoles' o los pasteles de Belén para servir como la mejor creación de la carta el fado en directo.

El resurgir de la tradición también tiene su parte de negocio. La mayoría de los restaurantes cobran un suplemento en la consumición por la música, que oscila desde los 3 euros hasta los 10 por persona.

Un ejemplo de la rentable tradición del fado en la hostelería portuguesa lo representa la 'Taverna del rey', uno de los locales con más solera de la zona que abrió sus puertas al público por primera vez en 1979. Allí las mismas camareras son las fadistas que deleitan a los turistas en un ambiente tenue a media luz. Las estrellas de la taverna son las fadistas Maria Jô Jô, y Ana María Días, mientras que la guitarra y la viola quedan en las manos de los maestros Carlos Macedo y Jerónimo Mendes.

El encanto del restaurante comienza en unas sinuosas escaleras que llevan hacia una pequeña sala donde nadie habla y todos escuchan los lamentos desgarradores del fado. Una experiencia renovadora, eso sí, no apta para todos los bolsillos.

En el bairro Alto, menos turístico que Alfama se mezclan los pub de música disco con las tascas 'fadistas' y los bares que ofrecen música en directo. Un ejemplo de la integración a la modernidad de esta canción que suena a melancolía.

La reivindicación de una identidad propia de los portugueses ha alcanzado un cauce universal con la candidatura del fado a integrar la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Los portugueses encaran con optimismo la victoria de su candidatura que será fallada esta domingo. Un paso para alentar la baja moral portuguesa con música que no resulta triste cuando se trata de encarar a la crisis.

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