Fue adoptada con 3 años
Luda ha crecido sin sentir dolor a causa de un trauma infantil: "Yo veía extraño que los demás se quejaran"
Esta joven podía darse cualquier golpe o incluso abrirse la cabeza que no sentía dolor alguno. Esta es la consecuencia de haber pasado 3 años en un orfanato en el que no había suficiente personal y, por tanto, no le daban la atención necesaria y tuvo que aprender a bloquear el dolor. Nos ha contado su historia.
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Luda, con 7 años, no sentía dolor alguno pues padecía lo que se conoce como disociación del dolor. Ahora, 15 años más tarde, ha decidido contar cómo fue su vida hasta llegar a ese punto.
Fue adoptada cuando solo tenía 3 años, tiempo que pasó en un orfanato en el que, debido a la falta de personal, no le daban la atención suficiente y ella, por tanto, tuvo que bloquear el dolor.
Su madre fue la que se dio cuenta de que la pequeña no lloraba ni se quejaba. "Yo aguantaba, así que enseguida me colgaron la etiqueta de niña fuerte", ha confesado ella en redes.
El no sentir dolor, aunque para muchos es algo positivo, en realidad puede ser muy peligroso y la propia Luda ha asegurado que tuvo suerte al no haber padecido nunca nada grave pues su cerebro lo bloquearía y podría acabar en desgracia como, por ejemplo, una apendicitis.
Años después, Luda ya puede controlar el dolor que, aunque tardaba en sentirlo, lo sentía y su cerebro lo bloqueaba. Pero además, esta joven apenas mostraba sus emociones, pero ha conseguido también volverse más sensible.
Hemos podido hablar con ella en directo y nos ha contado que los niños, cuando son pequeños, lloran y se quejan, y si nadie les atiende pueden dejar de llorar, lo que se conoce como indecisión aprendida. En su caso, además, acabó bloqueando el dolor por el paso del tiempo.
Hasta los 15 años ella estuvo padeciendo esta ausencia de dolor, a pesar de que no recuerda absolutamente nada del orfanato. Su madre se dio cuenta de que pasaba algo raro porque no se quejaba cuando solo tenía 3 años. "Yo veía extraño que los demás se quejaran", ha asegurado, pero nunca le dio importancia porque nunca fue nada grave.
En Y ahora Sonsoles recibimos la visita de Esther, una mujer que adoptó a su hijo Ángel en 2018 y de pronto su vida cambió para siempre.
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