Suelen desaparecer solos
Pesadillas y terrores nocturnos: ¿cómo puedes ayudar a tu hijo?
Tu peque ha dormido siempre bien, incluso, desde que tenía meses. Pero, de un tiempo a esta parte, se despierta muchas veces, a veces gritando, con mucha angustia. Lo pasa mal y vosotros también: lo has comentado con alguna amiga que tiene niños y te dice que a sus hijos también les pasó. Son las pesadillas y terrores nocturnos.
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¿Qué puedes hacer si de repente el niño empieza a tenerlas? ¿Hay solución?
Tanto las pesadillas como los terrores nocturnos forman parte de las llamadas parasomnias y son fenómenos que alteran la calidad del sueño. Los terrores nocturnos son episodios repentinos de terror durante el sueño, más frecuentes durante el primer tercio de la noche (la fase de sueño más profundo). Apenas duran unos minutos y terminan de forma espontánea, sin despertar al niño. Se les reconoce porque comienzan con un grito o llanto, junto a muestras de miedo o agitación. Aunque el niño tenga lo ojos abiertos, no ve ni oye lo que está ocurriendo ya que está dormido. Tampoco suele recordar lo sucedido. ¿Qué lo provoca? Sueño insuficiente, horario de sueño irregular, fiebre o enfermedad, también pueden provocarlo algunos fármacos. Suelen existir antecedentes familiares y por lo general, cesan con el tiempo, sin necesidad de ningún tratamiento.
¿Qué se puede hacer con los terrores nocturnos? Aunque lo que queráis sea tranquilizarle, es mejor no interactuar con él, ya que se puede provocar el efecto contrario al deseado. Es mejor no despertarle y mantenerse a su lado, en silencio, esperando a que el episodio pase. No es recomendable hablar al día siguiente de lo sucedido.
Hablemos ahora de las pesadillas: el niño que las sufre suele despertarse muy asustado y puede describir detalladamente lo que ha soñado. Se diferencian de los terrores nocturnos en que se recuerda todo y el sueño se puede relatar como si se hubiera vivido.
Se pueden producir en cualquier momento de la noche, aunque suelen tener lugar, con más frecuencia, durante el último tercio y finalizan con el despertar del pequeño. Al despertarse el niño, sigue estando nervioso y alterado. También puede presentar sudoración y taquicardia. Suelen iniciarse entre los 3 y los 6 años, siendo más frecuentes entre los 6 y los 10. No tiene por qué haber antecedentes familiares. En algunos casos, los niños asocian el sueño con las pesadillas y pueden mostrar rechazo al momento de irse a la cama.
¿Qué pueden hacer los papás? Es importante tranquilizar al niño, diciendo que ha sido solo una pesadilla, transmitiéndole calma. También se les puede dejar algún objeto que le dé seguridad, o dejar una pequeña luz encendida. También le puede resultar útil, al día siguiente, que dibuje o describa la pesadilla. Un truco es cambiarle el final de la pesadilla con un nuevo final, que le haga sentirse más seguro.
Para evitar pesadillas, es mejor evitar las películas o los cuentos de terror antes de dormir y conviene identificar aquellos factores que puedan ser estresantes para el niño.
Ayuda, para evitar tanto los terrores como las pesadillas, que el niño duerma las horas suficientes, con horarios regulares. El momento de acostarse debe estar precedido de un periodo tranquilo y relajante, siguiendo una rutina: un baño, leer, darse mimos, etc. Y, como en muchos otros problemas infantiles, no hay grandes remedios pero hay que estar tranquilos, aunque sea muy fácil decirlo, porque pasan con el tiempo. Así que paciencia.
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