EN LA PROCESIÓN DEL CRISTO DE LOS ALABARDEROS
El emotivo reencuentro entre la reina Sofía y la infanta Cristina con Simoneta Gómez-Acebo un mes después de la muerte de su hermano Fernando
La reina Sofía, la infanta Cristina e Irene de Grecia han sido las protagonistas de la Procesión del Cristo de los Alabarderos, una de las más tradicionales del Viernes Santo en Madrid. Allí, ha saludado cariñosamente a Simoneta Gómez-Acebo y han recibido un regalo.
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Cumpliendo con las celebraciones de Semana Santa y mostrando su interés por la cultura y tradiciones españolas, la reina Sofía no faltaba a una de las citas más importantes de la semana: las procesiones del Viernes Santo.
Como no podía ser de otra manera, acudía al Palacio Real de Madrid muy bien acompañada. Entraba en el edificio seguida de la infanta Cristina e Irene de Grecia.
Antes de ser recibida por los allí presentes, quiso saludar cariñosamente a Simoneta Gómez-Acebo, quien le devolvía el saludo con una sonrisa y mostrando gratitud. Hace casi un mes que su hermanoFernando, primo de Felipe VI y hermano de Simoneta, fallecía repentinamente y doña Sofía no dudó en apoyar a la familia de quien cuentan que era uno de sus sobrinos favoritos.
Minutos antes de que comenzara la procesión, la Reina recibía la medalla del Cristo de los Alabarderos, que su hija le colocaba en el cuello mientras sonreía agradecida. La Infanta e Irene de Grecia también recibían sus respectivas medallas y después se preparaban para participar en la procesión, a la que también acudían María Dolores de Cospedal y José Luis Martínez-Almeida a quien vimos recientemente celebrando la Semana Santa con su pareja días antes de su boda.
Una vez fuera del Palacio Real, la Reina vivía otro de los momentos más especiales de la tarde: dar paso a la "levantá" del primer paso de la procesión. Antonio José Calahorro Delgado, mayordomo capataz de la Real Congregación del Santísimo Cristo de la Fe Cristo de los Alabarderos y María Santísima Inmaculada Reina de los Ángeles, le entregaba el llamador a doña Sofía, que utilizaba para golpear el paso e iniciar la marcha de la procesión. Tanto ella como la infanta Cristina saludaban cariñosamente al nieto del mayordomo capataz, a quien le dedicaban unas sonrisas antes de empezar la marcha.
La infanta Cristina se mostró muy pendiente de Irene de Grecia, a quien ayudaba a caminar cogiéndole del brazo. También le ofreció un pañuelo cuando lo necesitó mientras que la Reina caminaba a su lado sin perder el ritmo. Madre e hija hacían una parada en el Restaurante Ciriaco para reponer fuerzas antes de reincorporarse a la procesión para vivir la parte final. Tras una tarde llena de emociones, madre e hija se disponían a marcharse cuando eran alabadas por los allí presentes. Agradecidas por el gesto, saludaban y sonreían antes de subirse al coche.
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