Falta de sueño

La falta de sueño nos hace más egoístas y menos generosos, según un reciente estudio

Un estudio revela que dormir menos nos hace no querer ayudar tanto a las personas.

Cómo conseguir dormir durante la ola de calor

Cómo conseguir dormir durante la ola de calorPixabay

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Un nuevo estudio realizado por científicos de la Universidad de California, Estados Unidos, ha revelado que la falta de sueño nos hace menos generosos, hace que no nos ayudemos entre las personas. Estas consecuencias no son beneficiosas para la sociedad ni para los vínculos que establecemos con las personas.

Se sabe que la falta de sueño conlleva un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, depresión, diabetes, hipertensión y mortalidad por lo general. Sin embargo, según el estudio recogido por Europa Press, estos nuevos descubrimientos demuestran que también deteriora la conciencia social básica, haciendo que se retraiga el deseo y voluntad de ayudar a otras personas. Según la BBC, cinco consecuencias de la falta de sueño son una mala dieta, salud mental afectada, riesgo de accidentes, menor rendimiento físico y una capacidad cognitiva limitada.

Los científicos demostraron que las donaciones benéficas en la semana posterior al inicio del horario de verano, cuando los residentes de la mayoría de los estados "adelantan" y pierden una hora de su día, se redujeron en un 10%, una disminución que no se observa en los estados que no cambian sus relojes o cuando los estados vuelven al horario estándar en otoño. Este análisis se suma a un creciente conjunto de pruebas que demuestran que el sueño inadecuado no solo perjudica el bienestar mental y físico de un individuo, sino que también compromete los vínculos entre las personas e incluso el sentimiento desinteresado de toda una nación.

"En los últimos 20 años, hemos descubierto un vínculo muy íntimo entre nuestra salud del sueño y nuestra salud mental. De hecho, no hemos sido capaces de descubrir una sola enfermedad psiquiátrica importante en la que el sueño sea normal", explica Matthew Walker, uno de los investigadores que dirige el proyecto. "Pero este nuevo trabajo demuestra que la falta de sueño no solo perjudica la salud de un individuo , sino que degrada las interacciones sociales entre individuos y, además, degrada el propio tejido de la sociedad humana. La forma en que funcionamos como especie social -y somos una especie social- parece depender profundamente de cuánto dormimos", ha concluido.

¿De dónde viene esto?

Esta comportamiento causado por la falta de sueño se asocia a una menor actividad en la red cognitiva prosocial del cerebro. El equipo encabezado por Eti Ben Simon y Matthe Walker examinó en tres experimentos cómo la pérdida de sueño afecta al comportamiento humano de prestar ayuda.

En el primer estudio, 24 voluntarios se sometieron a una resonancia después de ocho horas de sueño y de una noche sin dormir. En el segundo caso, las redes del cerebro que se activan cuando las personas empatizan con otras o intentan comprender sus deseos y necesidades estaban menos activas. Esa red “estaba notablemente deteriorada”, como si esas partes del cerebro “no respondieran cuando intentamos interactuar con otras personas después de no haber dormido lo suficiente", sentenció Simon.

Después, el equipo siguió a más de cien personas durante tres o cuatro noches, para medir la calidad y cantidad del sueño y evaluar su deseo de ayudar a los demás, como sostener la puerta de un ascensor, ser voluntarios o ayudar a un extraño herido en la calle. Los que durmieron mal la noche anterior fueron los que declararon estar menos dispuestos y deseosos de ayudar a los demás al día siguiente.

La última parte consistió en extraer una base de datos de tres millones de donaciones benéficas en Estados Unidos entre 2001 y 2016 y ver si variaba en número tras la transición al horario de verano y la posible pérdida de una hora de sueño para todos. Las donaciones en la semana posterior al cambio de horario se redujeron en un 10%, una disminución que no se observaba en las zonas de Estados Unidos donde no se cambiaron los relojes o cuando se volvía a la hora estándar de invierno, en la que se puede dormir una hora más. Walker destacó que incluso una "dosis" muy modesta de privación de sueño tiene “un impacto muy medible y real en la generosidad de las personas y, por tanto, en cómo funcionamos como sociedad conectada".

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