Iker Casillas, cariacontecido en el césped

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Casillas pierde su santo

Incapaz de salvar alguno de los dos balones que el Atleti tiró entre los tres palos de su portería y vendido por una defensa desdibujada, Casillas ejemplifica a la perfección lo que es el Madrid actual: algo que fue muy bueno, superior, y que hoy no funciona.

Conquistó el Bernabéu de nuevo el Atleti, repitiendo un hecho que hace no tanto se adivinaba quimérico y que a este paso convertirán en rutina el Cholo y sus guerreros. Perdió otra batalla el Madrid en su feudo y el cómputo global de los siete derbis disputados en 2014 arroja un dividendo de dos victorias para el Madrid, por otras dos para el Atleti, y tres tablas.

Mirando la desigualdad pretérita de los derbis madrileños desde inicios este siglo, es imposible no advertir que algo ha cambiado en la capital, que hoy por hoy Madrid y Atleti son más rivales que nunca, y que los colchoneros le aguantan la mirada a su eterno rival sin rubor alguno.

Quizá quien evidencie mejor esta circunstancia sea Iker Casillas. En la semana de su 15º cumpleaños en el primer equipo blanco ha sufrido su segunda derrota –las dos en los dos últimos partidos- contra el Atleti.

Ya no hay milagros ni atisbo de ellos. Su aureola se ha fundido, sin existencia del brillo que la caracterizaba. Ahora ya nadie duda de que no es galáctico, de que, como tantas veces recalcó él mismo, es de Móstoles, terrenal, uno más. Casillas ha perdido su condición de santo. En este punto hay que subrayar la figura de Simeone, Balón de Oro de las salas de prensa, quien, consciente de que no estaría en el banquillo por sanción, jugó su partido ante la Prensa y apuntó al ‘1’ madridista como el hombre que más le gustaba del equipo rival, echando sal en esa herida que sigue sin cicatrizar como es la de la portería del Real Madrid.

Huelga decir que el Atleti no exigió en exceso a Casillas: sólo en dos ocasiones hizo que se pudiera manchar el traje. En ninguno de los dos disparos a puerta respondió el portero. En el primero, cumplida la decena de minutos, no se decidió a salir ante un córner y su defensa le dejó vendido… otra vez. Con compañeros así, quién quiere rivales. Los focos se centrarán más en él, pero la crítica ha de dirigirse a toda la retaguardia. El caso es que Tiago cabeceó un gol que refrendó que el Atleti tiene la misma seguridad de anotar a balón parado que un nieto de recibir la paga extra los domingos comiendo en casa de la abuela.

En el segundo, Arda le acorraló contra su propia realidad: ya no llega abajo, los postes le quedan muy lejos. Fue acierto del turco más que otra cosa, pero no hay que olvidar que, si Casillas fue el mejor del mundo, si se le apodó ‘el Santo’, fue por sacar balones por los que el resto de porteros ni se preocupaban en estirarse.

El Bernabéu, harto, pitó a Casillas como nunca antes se recuerda. Los datos también señalan a Iker: ha encajado 15 goles en los últimos 18 tiros a puerta con el Madrid.

Así las cosas, sigue perdiéndose en el imaginario de tantas noches de gloria entre los palos la fe en un portero que hizo creer en imposibles. Aún le sostiene, aunque sea pendiendo de un hilo cada vez más débil, su currículo a un meta tan acostumbrado a parir la parada de la jornada como Georgie Dann la canción del verano.

 

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