Concierto de Lana del Rey

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CONCIERTO DE LANA DEL REY EN MADRID

Noche retro y de 'postureo' con Lana del Rey en Madrid

Lana del Rey, el mayor fenómeno musical surgido de la más ávida mercadotecnia radicada en la red, ha conquistado Madrid con una hora y media de concierto donde se le ha visto cómoda para reclinarse sobre la tarima, descalzarse, remangarse el vestido negro de corte vintage o echarse tres caladas sobre el escenario sin importarle lo más mínimo las restricciones de la ley antitabaco.

Lana del Rey, el mayor fenómeno musical surgido de la más ávida mercadotecnia radicada en la red, ha llegado a Madrid para demostrar en su primera visita a la ciudad que su éxito, con el quinto disco más vendido en 2012, va más allá de la pantomima retro, el postureo y que trasciende al directo.

"Disfrutando de Lana del Rey en La Riviera" habrá sido uno de los mensajes más repetidos en los perfiles en redes sociales de los cerca de 2.000 asistentes, entre ellos mucho cazatendencias que hace cuatro meses agotaron las entradas y decidieron que era aquí donde había que dejarse ver con sus galas más modernas para adorar a esta mujer convertida en icono antes que en artista consagrada.

Desde aquella fatídica actuación en el programa "Saturday Night Live" de hace un año, pocos días después del lanzamiento de su debut como Lana del Rey, "Born to die", la sombra sobre la solidez de su propuesta la ha perseguido.

El pasado verano defraudó en el Festival de Montreaux de Francia por un espectáculo demasiado corto y carente de potencia. En el Sónar, en Barcelona, también se le achacó falta de seguridad sobre el escenario, pero nadie le negó el glamour que exuda.

En Madrid, durante hora y media, se la ha visto lo suficentemente cómoda como para sonreir despreocupada, reclinarse sobre la tarima, descalzarse, remangarse el vestido negro de corte vintage o echarse tres caladas sobre el escenario sin importarle lo más mínimo las restricciones de la ley antitabaco.

Y a cada minúsculo arqueo de cejas de esta cantante en la que casi todo es leve, incluso el gesto, su público respondía con pasión, desde el mismo momento incluso en que ha pisado el escenario, antes de demostrar siquiera que, en efecto, canta bien.

Lizzy Grant, como se hacía llamar cuando era una desconocida, pasea con soltura de graves a agudos su timbre aterciopelado, que a ratos se deslizaba, a ratos quedaba apagado por la algarabía y a ratos se elevaba merced a un sugestivo cuarteto de cuerda.

Quizás esa reciente seguridad sobre las tablas pueda achacarse a que aquí ha llegado avalada por 3,4 millones de copias vendidas el pasado año, un premio MTV a la artista revelación y un Brit a mejor artista internacional.

No es de extrañar que, elevada a los altares del cielo, la bautizara como "Paradise edition" la reedición que publicó recientemente con nuevos temas como "Cola" y "Body electric", que han servido para abrir el show.

Más aplaudidos aún ha sido dos de sus grandes éxitos, "Blue jeans" y "Born to die", que han sonado a continuación, justo antes de la pasional "Carmen" y de que el concierto entrara en una zona muerta, en la que ha cantado su versión de "Blue velvet" y el tema "Young and beautiful", de la BSO de "El gran Gatsby".

El espectáculo, que no es precisamente dinámico, se ha visto más lastrado por dos largos parones en los que ha firmado más y más autógrafos, completamente metida en su papel de diva de los años 40, en un entorno tan desfasado como el de La Riviera, con sus bolas de discoteca y sus palmeras, que solo ella podía hacer parecer "cool" de nuevo.

Del Rey se ha traído sus propias palmeras, dos grandes felinos de piedra, unos candelabros y una bandera estadounidense (que no falte) para recrear una especie de escenario colonial, como sacado de "La dama de Shanghai". Más importantes aún han sido las tres grandes pantallas en las que ha ido proyectando algunos de sus emblemáticos vídeos, demostrando una vez más la trascendencia que en su carrera tiene la imagen.

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